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martes, 5 de mayo de 2009

Pincelada de ideas - La madre en la ventana

Hi, amigos! Antes que nada, pido miles de disculpas por publicar esta pincelada con dos días de retraso: tengo que estudiar para un examen densísimo de Historia que tengo el viernes y estoy que no respiro... pensaréis: "entonces el viernes cuando termines el examen estarás radiante, ¿no?" Pues noooo, porque tendré que estudiar Historia de Arte y Griego ¬¬

Pero bueno, voy a dejarme de quejas poco edificantes y voy a dejar paso a la pincelada del domingo. Como recordaréis, se celebró el conocido Día de la Madre, por lo que elegí dicha temática para este pensamiento, que espero que no sea muy bodriazo. Tengo que reconocer que no me lo he currado mucho, pero en fin... Lo he introducido con un fragmento del libro que acabo de leer (precioso, por cierto) que me dejó bastante pensativa. Allá va:



-Mirad, queridos hermanos –dijo Wendy señalando hacia arriba-, ahí está la ventana todavía abierta. Ay, ahora somos recompensados por nuestra sublime fe en el amor de una madre. Y así volaron hacia su mamá y su papá, y no existe ninguna pluma que pueda describir la feliz escena, por lo que es mejor correr un velo.
Ése era el cuento. Todos estaban tan satisfechos como la hermosa narradora. Ya veis que todo era exactamente como debía ser. Huimos de casa como seres descorazonados, que es lo que son los niños, aunque sean tan hermosos, y tras dedicarnos un tiempo exclusivamente a nosotros, después, cuando necesitamos atenciones especiales, volvemos de nuevo a por nuestra madre, seguros de que seremos recompensados en lugar de recibir una paliza.
Su fe en el amor de una madre era tan grande que pensaron que podían ser crueles durante más tiempo.
Pero entre ellos había uno que sabía más que los demás, de manera que cuando Wendy acabó el cuento soltó un gemido sordo.
-¿Qué pasa, Peter? –exclamó ella, corriendo hacia él, pues pensaba que estaba enfermo. Le palpó muy cariñosamente por debajo del pecho.
-¿Dónde te duele, Peter?
-No es ese tipo de dolor –replicó Peter sombríamente.
-¿Entonces de qué tipo es?
-Wendy, te equivocas sobre las madres.
Todos se reunieron a su alrededor sobresaltados, pues su agitación era muy alarmante. Con un delicado candor les contó lo que había callado hasta entonces.
-Hace mucho tiempo –dijo-, yo pensaba, al igual que tú, que mi madre siempre mantendría la ventana abierta para mí, así que me ausenté durante lunas y lunas y lunas, y luego regresé volando, pero la ventana estaba cerrada, porque mi madre se había olvidado por completo de mí, y había otro niño durmiendo en mi cama.

Peter Pan, de James M. Barrie


Quizás la razón por la que me impactó este texto es por la cuestión que plantea: la del amor de una madre. La pregunta de si ese amor es incondicional o, por el contrario, finalmente puede apagarse.
Y digo yo, ¿tenemos derecho a plantearnos esta pregunta? ¿Acaso amar a nuestras madres, respetarlas, debe verse como una forma de asegurarnos que la ventana siga abierta cuando volvamos? ¡He aquí, señoras y señores, el delicioso concepto de rentabilidad que impera en la sociedad del siglo veinte! Lo hemos conseguido, muchachos, ¡por fin hemos asesinado al amor!
No es nuestra responsabilidad de hijos, creo yo, el cuestionarnos si nuestra madre siempre estará ahí para nosotros. Quizá muchos deseen saberlo. Posiblemente más de uno desearía escudriñar el futuro para ver hasta dónde llegará la paciencia de su madre. “Sólo para estar seguro”, dicen. ¿Seguro de qué? ¿Seguro de cuánto puedes alargar y estirar sus nervios antes de que se rompan?
Quisiera mirarte a los ojos, Peter Pan, a esos ojos llenos de rencor, para decirte, a ti y a todo el que se considera una víctima igual que tú, que no se nos ha dado a nuestras madres para ponerlas a prueba. Y quisiera poder decirte, Wendy, pequeña inocente, que nuestra fe en el sublime amor de una madre no justificará jamás que utilicemos dicha fe como el arma destructora de la confianza. Porque si es así, en efecto, me veré obligada a afirmar esto rotundamente: ¡donde hay confianza da ASCO!

Escuchad, ¿y si nos olvidáramos de esa ventana? Pues el futuro es inescrutable, y no podemos basar nuestras decisiones de ahora en la suposición de si mañana, cuando regresemos, estará abierta o cerrada para nosotros. Y es que, si ya estamos pensando en lo que hará nuestra madre cuando le fallemos, eso significa que damos por hecho que debemos fallarle.
Como hijos, hemos sido hechos para refugiarnos en los brazos de nuestra madre. Para amarla y para recibir su amor, para honrarla, para olvidar en todo momento el significado de la palabra “intercambio”, pues no se trata de “dar para recibir”, sino de “dar más que recibir”. Al fin y al cabo, recordemos que hay cosas que no pueden devolverse… y la vida es una de ellas.

Feliz Día de la Madre a todas las madres del mundo y muy en especial, como es obvio, a la mía. ¡Te quiero!

1 comentario:

  1. Dicen por ahí que: UNA MADRE PARA CIEN HIJOS Y CIEN HIJOS PARA NINGUNA MADRE. ¿Estás de acuerdo con ese dicho?

    Dina, el fuego no puede durar si no lo avivas con leña y un bote de cualquier cosa llegará algún momento que lo encuentras vacío si no lo repones.

    Son distintas maneras de ver las cosas... Aquella a la que llamo yo mí familia o especialmente mí madre, la vida que llevo con ellos no es fácil. Veo la vida distinta como la ven ellos y ya por eso soy el bicho raro.

    Lamentablemente, el cariño se agota...pasa a ser simplicidad, luego necesidad y cuando encuentras una salida, huyes sin mirar atrás.

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