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jueves, 31 de diciembre de 2015

Última entrada del año: Inside Out Book Tag

A estas alturas, para nadie debe suponer una sorpresa descubrir que no voy a acabar mi reto de lectura antes de que termine el 2015. ¡Oh, no! Y ahora… ¿quién podrá ayudarnos? Bueno, esto entraba dentro de las posibilidades, y como ya adelanté, no tengo ningún problema en continuar durante el 2016. Más tarde que temprano, pero este reto lo acabo sí o sí. En cualquier caso, estoy muy contenta: por primera vez desde su inicio en 2009, El arte de soñar ha superado su récord de entradas en un año. Solo se me había quedado una espinita: esta entrada, que tenía ganas de publicar antes de entrar en el 2016. Así que aquí estamos, aprovechando las últimas horas disponibles. Marca de la casa. En fin, Seraf… bueno, dejémoslo. ¡Adelante!



Hace unos meses vi esta especie de reto en Youtube y me gustó bastante la idea. Vale, es cierto que sigo en modo bestmovieever desde que vi esta película en verano y cualquier cosa con las palabras «inside out» iba a gustarme sí o sí, así que en realidad tenía poca escapatoria. Y si encima tiene que ver con libros, apaga y vámonos.

Para los que no hayáis visto Inside Out (Del revés para los españoles), lo primero es lo primero: tenéis que verla. Es una de las mejores películas que he visto últimamente, de las que me habría comprado nada más salir del cine su hubiera podido (y esta Navidad me la ha regalado mi hermana, ¡felicidad!). Pero bueno, para leer esto solo necesitáis saber que es una historia donde los protagonistas son las cinco emociones de una niña de once años: Alegría, Asco, Miedo, Tristeza e Ira. Por lo tanto, este reto consiste en decir un libro que asocies con cada una de esas emociones, y explicar por qué.

Antes de empezar quiero señalar lo evidente: los libros normalmente no inspiran una única emoción, y si lo hacen, no valen mucho la pena. Está claro que todos los libros van a tener momentos alegres, tristes, inquietantes, etc. Para elegir cada uno no me he basado en su temática ni en el tono que predomina, sino en mis propios sentimientos y en el recuerdo que tengo de esa lectura; así que, por supuesto, esto va a ser totalmente personal. Otro detalle que quiero aclarar es que he incluido solo los libros que he llegado a leerme enteros, porque normalmente si una lectura me resulta insoportable es muy difícil que la termine. En realidad todos los libros en esta lista me han gustado al menos en cierta medida, pero… en fin, digamos que algunos me han gustado «porque» y otros «a pesar de».

Bueno, se acabó el preámbulo. Vamos con esas emociones.


Alegría


Ana la de Tejas Verdes, L. M. Montgomery

Pese a lo que pueda engañar esa portada tan sosa, esta novela que leí con doce o trece años es la que más asocio con un sentimiento de alegría. No es una obra maestra de la literatura universal, no tiene reflexiones muy complicadas sobre la vida, y tampoco se trata de que explore a fondo la naturaleza humana o las cuestiones políticas de la época. Es una novela muy emocional que me inspira felicidad pura y dura: no puedo expresarlo de otra manera. Y no es porque solo ocurran cosas felices, en absoluto: ya he dicho que eso sería muy aburrido. Hay momentos duros, pero la ilusión de la protagonista por cualquier pequeño detalle es increíblemente contagiosa, y me ayuda a ser agradecida por el simple hecho de poder respirar. Es un libro del que solo tengo buenos recuerdos.


Asco


Festín de cuervos, de George R. R. Martin

(Y toda la saga, ya que estamos).

Ya he hablado bastante de Canción de hielo y fuego, así que no quiero enrollarme. He dejado claro que me gusta. Me leí todos los libros pasando páginas como una loca. Disfruté mucho. Pero para mí el estilo de George R. R. Martin tiene la elegancia de un asesino con hacha, y eso hace que le tenga que «perdonar» muchas salvajadas mientras voy leyendo. Sí, sé que lo hace para dar realismo, que este mundo está inspirado en la Edad Media, que las cosas eran así y patatín patatán. Tiene todo el derecho a hacer lo que le dé la gana, por supuesto, pero eso no significa que yo tenga que disfrutarlo. Estoy segura de que se puede representar la violencia extrema de esa sociedad sin necesidad de ser tan despiadadamente gráfico.

He elegido este libro en concreto porque es donde está el momento que me hizo sentir más repugnancia. No voy a entrar en detalles, pero para que los lectores os ubiquéis, es cuando a Jaime Lannister le cuentan lo que le ocurrió a Vargo Hoat, alias «La Cabra». Muy agradable, ¿verdad? Tan agradable como puede ser tener ganas de vomitar después de leer un párrafo.

           
Miedo


Cujo, de Stephen King

Otro libro del que ya he hablado, y además hace poco, así que procuraré ser breve. Debo decir que a mí no me apasiona el género de terror, pero a pesar de ello soy fan de Stephen King, así que sabía que aquí iba a entrar una de sus novelas. He dudado sobre cuál escoger, porque es cierto que con Misery lo pasé fatal y Carrie tampoco es lo más alegre que he leído, por poner dos ejemplos, pero son libros con los que realmente no llegué a ponerme en la piel de los protagonistas lo suficiente como para sentir el mismo miedo que ellos. Con Cujo la cosa fue muy diferente, y en parte es por lo que ya mencioné en mi reseña: el terror parte de una situación perfectamente realista y que podría sucederle a cualquiera, no solo a un autor de best sellers o a una adolescente con poderes sobrenaturales. Después de leerme este libro, durante unos días, no salía tranquila a la calle. Era como si acabara de darme cuenta de que el mundo es… bueno, peligroso. Pero ya lo he superado, o al menos eso creo, porque habrá que ver mi reacción si veo a un san bernardo por la calle.

Vacunad a vuestros perros, gente. No queréis correr el riesgo.
           

Tristeza





Y las montañas hablaron, de Khaled Hosseini

Leí este libro el año pasado, y poco después se encontraba en mi lista de libros favoritos. Pocas veces una lectura me ha hecho sentir, comprender y abrazar de forma tan fuerte el dolor ajeno. Y en cierto modo eso es asombroso, porque a priori la estructura de esta novela no parece favorecer la implicación emocional. Se trata de varias historias con personajes distintos que sí, se entrecruzan, pero al final no tienen mucho que ver unos con otros; en muchos casos, las relaciones entre ellos son casi accidentales. Esto podría haber salido muy mal, porque normalmente si te presentan a uno o dos personajes al principio del libro lo lógico es que quieras acompañarlos de principio a fin, y no que de repente te interrumpa la historia de otro individuo al que «nadie ha invitado a la fiesta», por decirlo de alguna forma. Pero el caso es que funciona; no sé cómo lo consigue Khaled Hosseini, pero maldita sea, funciona de maravilla. Entre los nueve capítulos de este libro, cada uno con un protagonista diferente, no hubo ninguno del que pudiera decir «este personaje me ha dado igual» o «este relato no me ha aportado nada». Las situaciones cambiaban, pero era un sentimiento de tristeza constante, si bien la sensación final no es de amargura ni de desesperanza. Tampoco es feliz. Es más bien una empatía total, no con el autor ni con un personaje en concreto, sino con… no sé, con una parte de la vida en general. Por eso sí podría decir que es el libro más «triste» que he leído, aunque no sea el más trágico ni el más dramático.
           

Ira


La edad de la inocencia, de Edith Warthon

(Aviso: cuando me he puesto a escribir esto me he dado cuenta de que tengo bastante que decir y no quiero enrollarme, así que intentaré hacer una versión light y quizá preparar una reseña más profunda y detallada en el futuro).

Ahora mismo los que habéis leído este libro estaréis pensando: «¡¿En serio?!». Y los que no lo habéis leído, pero os estáis fijando en el título y en la portada, estaréis pensando: «Em… ¿en serio?». Lo sé, cuesta creer que alguien asocie una novela romántica del siglo XIX, algo tan (literalmente) «inocente», con una emoción a la que le sale fuego por la cabeza. Yo misma estoy un poco sorprendida con mi elección, pero cuando me he puesto a intentar recordar una lectura en la que mi sentimiento general fuese de mosqueo constante, lo cierto es que este era el título que me venía a la mente.

Aclaro una vez más que en realidad este libro me gusta. De hecho, tiene elementos que me parecen muy buenos, y supongo que tiene sentido, porque como decía Paul Auster, «no puedes odiar algo tan intensamente a menos que una parte de ti también lo ame». Tengo un buen recuerdo de la historia, de los temas que trata, de la forma en que está escrito y de algunos de los personajes. ¿Cuál es el problema, entonces? Desgraciadamente, uno bastante gordo: el protagonista. Newland Archer es un personaje insufrible, y la idea de tener que contemplar toda esta historia a través de sus ojos y supuestamente sentirme identificada con él, aparte de provocarme la risa floja, me pone de muy mala leche. Lo siento, pero no soporto a los protagonistas que se presentan como más inteligentes que el resto de la sociedad, más humanos y más valientes, y luego toman decisiones tan estúpidas. Eso de actuar como un irresponsable y luego intentar quedar como la víctima de un sistema opresor no cuela, chaval. De hecho, debo ser de las pocas personas a las que el final les gustó por razones diferentes a las de la mayoría. Pero bueno, voy a dejarlo porque me está volviendo el mosqueo y no me apetece terminar así el 2015. Ya haré una reseña más extensa otro día.



Y hasta aquí llega esta entrada, la última de un año muy intenso en lo que a lecturas se refiere (y en otras cosas también, pero no nos vayamos por las ramas). Espero que hayáis disfrutado, que sigáis visitando el blog en 2016, y que veáis Inside Out si todavía no lo habéis hecho, que no sabéis lo que os perdéis. A seguir leyendo y emocionándonos, y… ¡feliz año nuevo!