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lunes, 25 de mayo de 2009

Pincelada de arte - Luz que no se apaga, de Mirtha F. Siccardi

En cuanto a literatura, hoy traigo otra de mis joyitas por excelencia. Una de las mejores novelas que he leído en mi vida, y me da igual la subjetividad que pueda haber en este comentario, pero es que “Luz que no se apaga”, de Mirtha F. Siccardi, es un libro muy especial para mí. Uno de esos que cuantas más veces lo leo más me gusta, y no importa la cantidad de veces que lo hago: a medida que devoro sus páginas, su lectura me sigue conmoviendo como la primera vez.Negrita

Es la historia de Martha Spendi, una niña de catorce años a la que envían a las montañas nevadas de Bariloche para restaurar su salud; lejos de su familia y amigos, Martha aprende a confiar más en el Amigo que nunca la abandona, y esto no pasa desapercibido para todos cuantos están a su alrededor, los tristes habitantes del Refugio Winelmann, quienes pronto descubren que hay un brillo especial en aquella jovencita porteña.

La historia que cuentan estas páginas es preciosa, y está narrada con tal sencillez y cariño que es imposible dejar de notar que su autora puso corazón en esta tarea. Ningún personaje pasa de largo sin que comprendamos sus pensamientos, y los protagonistas están presentados de forma totalmente humana, con sus virtudes y defectos. El mensaje, por muchas veces que lo hayamos recibido, siempre se agradece que nos lo recuerden, y especialmente si lo hacen de esta forma tan bonita: “Brilla en el sitio donde estés".

No se me ocurren más palabras, más que decir una vez más que ME ENCANTA este libro, que además ha inspirado muchos de mis escritos. Así que, si no os importa, voy a dejar que él hable por sí solo.




-Viéndolo así resulta lógico –contestó Ronny con una sonrisita-. Pero… no me tomaría el trabajo de averiguar si es cierto o no. ¡No hay nada que hacerle! Dios no me interesa y ¡no me interesa!

-¿Y eres feliz, y tienes paz? – Martha pronunció la pregunta suavemente, pero al muchacho le cayó como una bomba.

-¿Feliz? ¿Paz? –repitió como para sí. Quedó un momento en silencio, y al fin movió negativamente la cabeza.

-¿Has visto? –siguió Martha-. No se puede ser verdaderamente feliz lejos de Dios. Jesús nunca hubiera dicho “venid a mí” si hubiera visto que la gente podía ser feliz y tener paz sin Él.

-¿Cómo es? A ver, repite eso de Jesús otra vez –dijo Ronny sin levantar la vista. Martha repitió el texto: “Venid a mí todos los que estéis trabajados y cargados, que yo os haré descansar”.

-Es muy lindo. Es como agua fresca –murmuró Ronny un poco ronco-. Trabajados y cargados… se refiere a un espíritu cansado, hastiado de la vida. ¿Verdad?

-Sí, es un llamado a los corazones cargados de pecado, sin paz –contestó Martha, y luego, armándose de coraje, añadió-: Es un llamado para ti, Ronny Winelmann.

-¿Para mí? –el muchacho se volvió y la miró con una mezcla de ironía y amargura-. Y sí, si es un llamado a una persona hastiada, seguro que será para mí.


EDITADO 28/6/10: Foto de la portada gracias a Elly Sharp =)

domingo, 24 de mayo de 2009

Pincelada de arte - Los Chicos del Coro

Sí, la verdad, se me fue totalmente la pinza el viernes: se me olvidó por completo que tenía que publicar una entrada o__________O. En todo caso, la publico ahora y después me pondré al día con la que me tocaba para hoy. Aghhh, qué agobio xDDD

Hoy voy a actualizar esta pincelada con una de las películas más bonitas que nos ha dado el séptimo arte, a mi parecer: "Los Chicos del Coro", de Christopher Barratier.

“Los Chicos del Coro”, ambientada en la Francia de la posguerra, narra las circunstancias de Clément Mathieu, un profesor de música en paro que acepta el empleo de vigilante en una sombría escuela llamada Fondo del Estanque; allí tendrá que enfrentar la desconfianza de los profesores, la villanía de los alumnos y el despotismo egocéntrico del director Rachin.

Sólo por su bellísima banda sonora, esta película ya se merecería un diez. Quizás lo que le puede bajar algunos puntos es que esta fórmula de alumnos conflictivos – profe guay – música – alumnos que se vuelven buenos… está ya un poco trillada en el cine, pero no he visto aún película que trate dicho argumento mejor que “Los Chicos del Coro”


Maravillosa historia que, sin buscar la lágrima fácil, apela sin embargo a las emociones y deja con un nudo en la garganta de principio a fin, componiendo un poema a la vida en una sucesión de escenas sencillas, sí, pero contempladas de una forma soberbia. Llegas a formar parte de los personajes porque comprendes qué es lo que los mueve, y cada uno de sus diálogos te mete en la situación; por otra parte, la interpretación de los actores es digna de mención también.

Incluso siendo, como es, una película reflexiva y humana, no aburre en ningún momento, y la historia está muy bien construida: las relaciones entre el profesor y sus alumnos evolucionan lo bastante despacio como para que resulte creíble y lo bastante rápido como para no tener que pegar un cambiazo brusco al llegar al final, lo cual resultaría bastante chapucero. No hay sensiblería, hay sensibilidad: el pesimismo y la crudeza evidentes que rodean la situación al principio comienza a brillar poco a poco hasta que te das cuenta de que se ha producido una transformación en las vidas de los protagonistas. Esa escena final es un derrumbe absoluto de todas las emociones que se intenten reprimir: para mí, quizás sea la más lograda de todo el filme.

Pero si hay algo todavía más contundente que me haya hecho enamorarme de esta película es, como dije arriba, su banda sonora: una música envolvente y mágica que te transporta casi sin darte cuenta desde la primera hasta la última escena, y es imposible no conmoverse ante semejante deleite para los oídos. En resumen, una película preciosa y recomendable para todo el que disfrute de ese tipo de cine que te pone los pelos como escarpias.

Trailer aquí:

http://www.youtube.com/watch?v=YNOkarACP1Q

martes, 19 de mayo de 2009

Pincelada de páginas - ¡Saludemos a Carmen!

Sí, sí, lo sé. Y sí... lo siento. No; no tengo excusa esta vez xD.

En fin, pasemos a lo siguiente. ¿Sobre la novela? Noticias no hay muchas; desde que la reempecé llevo 7 paginas y me odio por lo poco que avanzo. También por eso he postergado la publicación de esta entrada, porque al fin y al cabo, ¿qué puedo contar? Porque si creéis que en esas siete páginas hay algo que valga la pena, os diré que de momento no... xD.Por lo tanto, he decidido dedicarle esta pincelada a la protagonista de esta historia; para que los habituales y no tan habituales de por aquí la vayáis conociendo al igual que estoy haciendo yo. Porque mi filosofía creativa es la siguiente: como escritor no haces a un personaje, lo conoces y, si quieres, lo ayudas a crecer. Es una chica maja, aunque un poco empanada mental. ¿Verdad, Carmen?

Carmen (apartando la vista de una lámpara que parecía realmente interesante): ¿Quién?

Yo: Hola... =)

Carmen: Ah… eres tú. Buenas tardes. ¿Dónde estamos esta vez? Esto no parece ningún sitio de Valencia…

Yo: No, no lo es. Estee… me he tomado la libertad de sacarte de la novela durante un ratito para hacerte una entrevista en mi blog, “El arte de soñar”.

Carmen: ¿Éste es tu blog? Anda… ¿y ése estampado del fondo? ¿Y esa escalera floreada de arriba?

Yo: Cosas de Internet… Bueno, como te iba diciendo, te he sacado de la historia para hacerte una entrevista… ¿te importa contestar unas preguntas para los lectores?

Carmen (mira extrañada a uno y otro lado): ¿Qué lectores?

Yo (arrugando el entrecejo): No se ven, pero están… ¬¬ Ahora, bien, Carmen Valbuena Olivares… porque ése es tu nombre, ¿verdad?

Carmen: Sí, así es.

Yo: La pregunta más obvia: ¿cuál es la historia que quieres contar en “Entre estas páginas”?

Carmen: Bueno, como comprenderás, eso no lo puedo decir de una tajada ahora. Hay mucho que explicar y que detallar, y aún tengo que desarrollarme mucho como personaje antes de poder profundizar en mi propia historia. Pero así en líneas generales, puedo decir que se trata casi de una fábula romántica, aunque suceda en pleno siglo XXI. Tiene muchos elementos fantásticos, pero también mucho realismo y mucho mensaje, aunque luego todo eso depende de a qué puerto vaya a parar la novela…

Yo: Estoo… ¿y cuál es el escenario?

Carmen: Un pueblecillo costero de Valencia. ¿Cuál? Eso no te lo voy a decir ahora, y probablemente tampoco te lo diré a lo largo de toda la novela, ya que hemos pensado que es más bonito dejarlo a la elección e imaginación del que lo lea.

Yo: ¿”Hemos”? ¿En plural?

Carmen (alza una ceja): Claro, y no te hagas la tonta, sabes perfectamente que me refiero al resto de personajes…

Yo: Je-je. Bueno, Carmen… otra pregunta interesante… ¿por qué habéis elegido mi cabeza para montar vuestra historia?

Carmen: Interesante cuestión… Quizás ni nosotros mismos lo sepamos todavía; al fin y al cabo, la elección de un autor siempre es difícil para un personaje. Pero supongo que tenemos curiosidad por saber qué haces con nosotros y con nuestro relato.

Yo: Claro, porque por muy buena que sea una historia, en malas manos puede acabar destrozada, ¿no? ¿Y no es cierto que cuando un escritor maneja mal a sus personajes corre el riesgo de asesinarlos, hablando literariamente?

Carmen (suelta una risita nerviosa y traga saliva): Y… bueno… la verdad es que s-sí…

Yo: ¿No tienes miedo de que tu destino como personaje corra peligro si yo no sé qué hacer contigo y con lo que me cuentas, chata?

Carmen (se muerde el labio inferior): Siempre se corre un riesgo cuando escoges las manos que deben escribir tu historia, sobre todo cuando se trata de escritores novatos. Pero es un riesgo ya no necesario, sino imprescindible.

Yo: ¿A qué te refieres?

Carmen: Un personaje tiene algo que narrarle al mundo, y si no eres capaz de hacerlo, más te vale estar muerto. Algunos lo pasan peor, van de mente en mente llamando a la puerta sin que nadie se decida a poner su historia en un papel, y es una imagen de lo más triste.

Yo: Cambiando de tema, ¿cómo crees que ha salido el comienzo de la novela?

Carmen: No está mal; mejor que el anterior, en todo caso. Pero vas demasiado despacio…

Yo (ignorándola xD): Esto ha sido todo, amigos… muchas gracias por tu tiempo, Carmen, espero que la próxima vez que nos veamos avancemos unas cuantas páginas. A todos los demás, os digo también que muchas gracias por leer esta nueva pincelada y que ahí abajo hay una pestañita donde podéis hacer clic para dejar un comentario =P jejeje, es broma!

Abrazos a navegantes, ¡nos vemos en la próxima pincelada! ^^

domingo, 10 de mayo de 2009

Pincelada de tinta - El candil roto

No me ha dado tiempo a escribir un relato nuevo para hoy, así que he tenido que recurrir al baúl de los recuerdos y poner uno que, aunque es, creo, del año pasado, no lo había colgado en ninguna parte aún. Yo lo odio, pero me han dicho que es bonito y tal (sobre gustos no hay nada escrito XD), así que os dejo que juzguéis vosotros mismos ^^



Una es la gloria del sol, otra la gloria de la luna, y otra la gloria de las estrellas, pues una estrella es diferente de otra en gloria.1ª Corintios 15.41

Gloria llegó caminando hasta su portal e introdujo la llave en la cerradura; como siempre, le costó por lo oxidada que estaba. Un perro vagabundo, flaco y enfermizo, soltó un ladrido débil a sus pies, haciendo que la joven lo contemplara con la piedad que la había caracterizado desde niña.
Finalmente la cerradura giró y consiguió entrar empujando un poco la puerta; sólo un poco, porque chirriaba mucho y el portero aún dormía. El rellano estaba vacío, como pensaba. Subió hasta el cuarto piso por las escaleras, porque sabía que el ascensor no funcionaba desde hacía años.
No podía evitar pensar en la metáfora de cuánto se parecía el ascensor de aquel viejo edificio a su propia vida…
Cuando abrió la puerta de su departamento, la recibió un silencio asfixiante que denotaba el vacío de aquel hogar. Ni siquiera una mascota que le hiciera compañía. Odiaba su soledad tanto como la necesitaba, y aunque siempre trataba de convencerse a sí misma de que le gustaba su aislamiento, no podía evitar la añoranza de los viejos tiempos, los buenos ratos pasados en otra época, otra casa, otras circunstancias, otra gente, otra dimensión… otra vida.
Encendió la luz del vestíbulo y se encaminó hacia su habitación. Sólo tenía quince minutos para prepararse antes de ir a trabajar, pero notó su corazón oprimido bajo la carga del sufrimiento y sintió la inminente necesidad de tumbarse en su cama, no porque estuviera cansada, sino porque tenía que pensar en algo que aliviara un poco su angustia. La oscuridad de su cuarto la acogió y sintió suficiente seguridad como para hundirse entre las sábanas y sollozar desolada, embargada por aquellos demonios disfrazados de nostalgia y culpa que la habían perseguido durante los últimos cuatro años, convirtiendo su vida en una sucesión de sinsabores, tinieblas, decepciones y recuerdos llenos de dolor. Sólo podía preguntarse constantemente qué hubiera sucedido si él no hubiera hecho lo que hizo: Gloria podría haber sido una mujer feliz, llena de alegría y rodeada de sus seres queridos… pero se había convertido en una sombra de toda aquella felicidad.
Y además estaba sola.
Giró la cabeza sobre la almohada y contempló largamente los dos libros que reposaban sobre su mesilla de noche. Tenía una valiosa colección de casi treinta libros que eran lo único que conservaba de su anterior vida, y los guardaba como su más preciado tesoro porque se los había legado su abuelo, y habían llegado a las manos de éste durante la Guerra Civil, rescatados de una biblioteca que fue destruida poco después. Un regalo único, sin duda. Gloria sabía que, aunque lo anhelaba con todo su alma, no era una persona nueva, y aquellos libros se lo recordaban cada día. Su niñez y, con ella, su pasado. Y el recuerdo de las heridas que había causado entonces, que escupía cenizas en su antes inocente corazón

***
La oscuridad había caído ya sobre el cielo que cubría la playa…
Gloria cerró los ojos y se permitió el lujo de respirar con pureza, de llenar sus pulmones de brisa marina. La luna resplandecía como nunca aquella noche. Las estrellas brillaban tanto que podían iluminar todo el mundo, y su reflejo se dibujaba sobre las vastas aguas de la mar, cuyas embravecidas olas se estrellaban contra los acantilados. El aura del océano le acariciaba el rostro con dulzura. El penetrante aroma de la playa la embargaba por completo y la transportaba en un sueño difícil de olvidar por muchos años que pasasen. Un sueño en el que resonaban timbales entretejidos con la música de las olas, un sueño en el que alguien rasgaba las cuerdas de un salterio, un sueño en el que el silbido de las flautas navegaba con el viento que mecía las pasiones de su corazón.
Un sueño que nunca caía en el olvido.
Las olas lamían con furor sus pies descalzos cada vez que besaban la orilla, mientras sus zapatos, aquellos odiados zapatos de tacón alto, reposaban lejos, junto al muro de piedra que separaba la paz de la playa del estrés y el ruido que rugían en la calle. Eran los momentos como ése los que le daban a Gloria la distracción que necesitaba para no pensar demasiado, porque sabía que, si se dejaba llevar por sus pensamientos, acabaría por matarse. Era aquel uno de esos momentos en los que era imposible creer que la perfección no existía, en los que dejaba de lado todo lo que la preocupaba y disfrutaba con todo su ser de la Naturaleza, un momento de ensueño, de magia.
Un minuto de no pensar en nada más que en la belleza, un segundo de descanso en sus tribulaciones, de no estar muerta en vida, de disfrutar de todo lo creado. Una efímera eternidad de alegría.
Un deseo infinito de salir de sí misma, de construir un barco que la llevara al cielo, de no volver a recordar sus piezas, ni el tablero, ni la partida que dejó atrás. Un anhelo total de alzar las alas como águila y volar hacia la última estrella del universo.
Lo único que Gloria deseaba era que aquella playa se convirtiese en la cripta de sus sueños rotos. Le hubiera gustado sentarse y dejarse morir, simplemente, sin dolor ni miedo, como si sólo estuviera yéndose a dormir, porque sabía que no tenía valor para suicidarse ni energía para seguir viviendo aquella farsa.
“Instinto de supervivencia humano” pensaba, mordiéndose el labio. La realidad era que, desde aquel horrible día en que se había dejado dominar por lo peor de sí misma y había dado plena libertad a su odio, no había dejado de huir de todo y de todos. ¿Por qué tenía que humillarse ella? Sí, lo había despreciado y se había negado a perdonar, pero… ¿acaso él no se lo merecía? ¿Cómo se atrevía a pedirle perdón? Le había quitado todo, ella lo había seguido incondicional y ciegamente… y, a cambio, había sido engañada y traicionada. Él merecía todo su odio.
Y sin embargo…
“¿Lo merece?” se preguntó Gloria, sin apartar su vista de la blanca espuma. No podía evitar aquellos pensamientos. Si de verdad Pablo se merecía aquello… ¿qué era lo que pasaba a ella? No era feliz. No tenía paz. ¿Por qué?
De pronto, Gloria cerró los ojos y dijo en un susurro, reconociendo con sus labios algo que, en el fondo, ya sabía:
-Tengo miedo de estar sola.
Y entonces, una imagen brilló como un relámpago ante sus ojos cerrados durante una milésima de segundo, suficiente para poder apreciar lo que representaba. Una lámpara que irradiaba una fuerte y ardiente luz y, de repente… se apagó. Y todo quedó de nuevo a oscuras.
No era la primera vez que aquella visión cruzaba su mente, pero esa noche, por primera vez, Gloria supo reunir todo su débil valor y la poca fe que le quedaba para admitir otra cosa: ella era ese candil. Una luz que resplandecía con sus sonrisas, su amabilidad, su bondad y el amor que rebosaba… y de pronto se apagó, y todo despareció. No había ya nada más que tinieblas y desorden.
-Gloria… te lo suplico por Dios, por tu Dios, no te vayas, no lo hagas así. No quería hacerte daño, te lo juro.
La voz de Pablo resonó en su cerebro como si estuviese allí, hablándole al oído. En ese momento, Gloria sintió en sus labios el húmedo sabor a sal de una lágrima que acababa de resbalar por su mejilla.
-¿Hacerme daño, Pablo? ¿Por qué? ¿Porque dormías en casa de otra mujer todas las noches haciéndome creer que hacías dos turnos? ¿Porque nuestro matrimonio no existe realmente desde hace tres años? ¿Y es ahora cuando apelas a Dios?
-Te mentí, pero estoy arrepentido, de verdad. Si pudiera borrarlo todo… No estaba enamorado de ti cuando te pedí que nos casáramos, lo confieso, pero sí ahora. Cambiaste, empezaste a resplandecer, y entonces vi… No quiero perderte, Gloria.
-Ya es tarde.
Un sollozo ahogado se escapó de su pecho cuando el recuerdo de aquellas palabras volvió a su mente, como traído por el viento que se llevaba el mar a las nubes. Ella creía que con su corazón nuevo, con su actitud cálida, podría derretir un poco el hielo que cerraba el corazón de Pablo. Quería compartir con él su nueva vida, pero él nunca la había amado lo suficiente como para escucharla. Y finalmente… todas las mentiras salían siempre a la luz.
Sin darse cuenta, Gloria había dibujado su nombre en la arena.
Asustada de sí misma, se dispuso a borrarlo, pero el mar se le adelantó. Poco a poco, las olas se fueron llevando las letras: la P, la A, la B, la L y, con un último susurro, la O. Y la arena volvió a quedar completamente lisa.
“Me hizo muchísimo daño” pensó, con rebeldía. Sin embargo, no podía ahogar por más tiempo aquella vocecilla que le hablaba dulcemente al corazón. Si ella tenía razón, si había hecho bien al abandonar a Pablo sin concederle el perdón que le rogaba… ¿por qué había desparecido su paz? ¿Por qué su refulgente candil se había roto?
Pensó durante unos minutos en aquella reflexión y, ahora totalmente consciente de lo que hacía, volvió a escribir con su dedo sobre la arena, garabateando de nuevo unas letras que formaban otra palabra distinta: PERDÓN.
Gloria suspiró.
Sí, había sido horrible la traición de su marido, su engaño y su infidelidad. Pero ella no podía, por mucho que lo intentaba, convertirse a sí misma en la víctima de aquella historia. Porque también había sido horrible su orgullo y su frialdad al darse por vencida justo cuando él quería empezar a luchar, cuando él se había desprendido de su falta y había reunido el valor para confesarle lo que había hecho. Había sido horrible su deserción, su indiferencia, su insensibilidad ante aquellas lágrimas de arrepentimiento. Y entonces, al alejarse de todo cuanto había sido antes… se extinguió su luz.
Gloria estaba llorando otra vez, pero ahora el sufrimiento y la confusión habían desaparecido, dejando paso a unas lágrimas que resbalaban desde un corazón quebrantado que gemía, no por autocompasión, sino porque sentía que ahora era ella quien necesitaba ser perdonada. Comprendió entonces que la única prisión que la había encarcelado hasta entonces había sido ella misma.
Y por fin, después de cuatro años, encontró la paz que había perdido.
La sonrisa volvió sus labios.
El candil roto había vuelto a brillar.

FIN

martes, 5 de mayo de 2009

Pincelada de ideas - La madre en la ventana

Hi, amigos! Antes que nada, pido miles de disculpas por publicar esta pincelada con dos días de retraso: tengo que estudiar para un examen densísimo de Historia que tengo el viernes y estoy que no respiro... pensaréis: "entonces el viernes cuando termines el examen estarás radiante, ¿no?" Pues noooo, porque tendré que estudiar Historia de Arte y Griego ¬¬

Pero bueno, voy a dejarme de quejas poco edificantes y voy a dejar paso a la pincelada del domingo. Como recordaréis, se celebró el conocido Día de la Madre, por lo que elegí dicha temática para este pensamiento, que espero que no sea muy bodriazo. Tengo que reconocer que no me lo he currado mucho, pero en fin... Lo he introducido con un fragmento del libro que acabo de leer (precioso, por cierto) que me dejó bastante pensativa. Allá va:



-Mirad, queridos hermanos –dijo Wendy señalando hacia arriba-, ahí está la ventana todavía abierta. Ay, ahora somos recompensados por nuestra sublime fe en el amor de una madre. Y así volaron hacia su mamá y su papá, y no existe ninguna pluma que pueda describir la feliz escena, por lo que es mejor correr un velo.
Ése era el cuento. Todos estaban tan satisfechos como la hermosa narradora. Ya veis que todo era exactamente como debía ser. Huimos de casa como seres descorazonados, que es lo que son los niños, aunque sean tan hermosos, y tras dedicarnos un tiempo exclusivamente a nosotros, después, cuando necesitamos atenciones especiales, volvemos de nuevo a por nuestra madre, seguros de que seremos recompensados en lugar de recibir una paliza.
Su fe en el amor de una madre era tan grande que pensaron que podían ser crueles durante más tiempo.
Pero entre ellos había uno que sabía más que los demás, de manera que cuando Wendy acabó el cuento soltó un gemido sordo.
-¿Qué pasa, Peter? –exclamó ella, corriendo hacia él, pues pensaba que estaba enfermo. Le palpó muy cariñosamente por debajo del pecho.
-¿Dónde te duele, Peter?
-No es ese tipo de dolor –replicó Peter sombríamente.
-¿Entonces de qué tipo es?
-Wendy, te equivocas sobre las madres.
Todos se reunieron a su alrededor sobresaltados, pues su agitación era muy alarmante. Con un delicado candor les contó lo que había callado hasta entonces.
-Hace mucho tiempo –dijo-, yo pensaba, al igual que tú, que mi madre siempre mantendría la ventana abierta para mí, así que me ausenté durante lunas y lunas y lunas, y luego regresé volando, pero la ventana estaba cerrada, porque mi madre se había olvidado por completo de mí, y había otro niño durmiendo en mi cama.

Peter Pan, de James M. Barrie


Quizás la razón por la que me impactó este texto es por la cuestión que plantea: la del amor de una madre. La pregunta de si ese amor es incondicional o, por el contrario, finalmente puede apagarse.
Y digo yo, ¿tenemos derecho a plantearnos esta pregunta? ¿Acaso amar a nuestras madres, respetarlas, debe verse como una forma de asegurarnos que la ventana siga abierta cuando volvamos? ¡He aquí, señoras y señores, el delicioso concepto de rentabilidad que impera en la sociedad del siglo veinte! Lo hemos conseguido, muchachos, ¡por fin hemos asesinado al amor!
No es nuestra responsabilidad de hijos, creo yo, el cuestionarnos si nuestra madre siempre estará ahí para nosotros. Quizá muchos deseen saberlo. Posiblemente más de uno desearía escudriñar el futuro para ver hasta dónde llegará la paciencia de su madre. “Sólo para estar seguro”, dicen. ¿Seguro de qué? ¿Seguro de cuánto puedes alargar y estirar sus nervios antes de que se rompan?
Quisiera mirarte a los ojos, Peter Pan, a esos ojos llenos de rencor, para decirte, a ti y a todo el que se considera una víctima igual que tú, que no se nos ha dado a nuestras madres para ponerlas a prueba. Y quisiera poder decirte, Wendy, pequeña inocente, que nuestra fe en el sublime amor de una madre no justificará jamás que utilicemos dicha fe como el arma destructora de la confianza. Porque si es así, en efecto, me veré obligada a afirmar esto rotundamente: ¡donde hay confianza da ASCO!

Escuchad, ¿y si nos olvidáramos de esa ventana? Pues el futuro es inescrutable, y no podemos basar nuestras decisiones de ahora en la suposición de si mañana, cuando regresemos, estará abierta o cerrada para nosotros. Y es que, si ya estamos pensando en lo que hará nuestra madre cuando le fallemos, eso significa que damos por hecho que debemos fallarle.
Como hijos, hemos sido hechos para refugiarnos en los brazos de nuestra madre. Para amarla y para recibir su amor, para honrarla, para olvidar en todo momento el significado de la palabra “intercambio”, pues no se trata de “dar para recibir”, sino de “dar más que recibir”. Al fin y al cabo, recordemos que hay cosas que no pueden devolverse… y la vida es una de ellas.

Feliz Día de la Madre a todas las madres del mundo y muy en especial, como es obvio, a la mía. ¡Te quiero!