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jueves, 25 de abril de 2013

Marcapáginas - Los libros de Nunca Jamás

Esta entrada es mi “especial Día del Libro”, así que, como comprenderéis, se suponía que iba a ser publicada anteayer. Pero el martes tuve un problema técnico (se me perdió el documento cuando llevaba escrita la mitad), y ayer no tuve tiempo de reescribirlo entero… así que no ha podido llegar hasta hoy. Mas vale tarde que nunca, ¿no? xD.

Un año más, ¡feliz día del libro a todos! Estaba pensando qué podría hacer para celebrar la ocasión mediante una entrada en este blog y, después de reflexionarlo un poco, se me ha ocurrido hacer un homenaje a la literatura infantil con la que he crecido. De ahí el título de la entrada, con alusión a la eterna niñez de Peter Pan en la novela de J.M. Barrie.

Respeto y admiro muchísimo a las personas que dedican su pasión y su trabajo a hacer cosas para niños, y el área de la literatura no es una excepción. Como ya he comentado alguna vez en este blog, la labor de escribir para niños me parece una tarea muy delicada y difícil que a menudo, tristemente, se percibe como algo “menor”, como si cualquiera pudiese escribir esos libros y sólo fueran un entretenimiento para los críos hasta que les nazca el criterio. Pero la literatura infantil es mucho más que eso. ¿Acaso no es una gran responsabilidad, y un desafío, escribir algo que para cientos de personas será lo primero que leerán en su vida? ¿Se pueden desvalorizar las historias que leemos en los años en que más abiertos estamos a aprender? ¿No estremece la idea de que algo que leemos de pequeños (una historia, un personaje, un mundo imaginario) puede ser algo que no se nos olvide nunca? La literatura infantil nos ayuda a formarnos, a despertar la imaginación y el ansia de conocer historias, y nos presenta por primera vez el mundo a través de los libros. Así que, como dije, esto es un homenaje a todo lo que esos libros me han dado: os presento el Top 10 de mis libros infantiles favoritos. Algunos serán más conocidos, otros puede que sólo me suenen a mí, pero todos son novelas que me han regalado momentos muy especiales de lectura y que tal vez, en un futuro, me gustaría que mis hijos y nietos conocieran. ¡Allá vamos!

10. Otto es un rinoceronte (Ole Lund Kirkegaard)


Otto, como bien dice el título, es un rinoceronte… amarillo. Un rinoceronte que un niño llamado Topper dibujó en la pared amarilla de su dormitorio con un lápiz mágico, que cobró vida y que empezó a comerse las alfombras, las cortinas y los muebles. Lo gracioso de esta novela es que lo que he contado es la parte más normalita… no he dicho nada de los personajes, a cada cual más majareta. En cualquier caso, es una historia bizarra y divertida que ayuda a poner en marcha los engranajes de la imaginación. Además, todo hay que decirlo: a los ojos de un niño hay pocas cosas más geniales que un lápiz que convierte en reales las cosas que dibujas.

9. Memorias de una gallina (Concha López Nárvaez)


Memorias de una gallina es, ni más ni menos, lo que indica el título: una serie de acontecimientos en la vida de una gallina llamada Carolina que es demasiado entusiasta e imaginativa para conformarse a la tradicional vida en el gallinero y a sus rígidas normas, y no está dispuesta a permitir que éstas le impidan hacer cosas poco habituales como volar, tumbarse a mirar los colores del sol o defender a los más débiles. Precisamente una de las razones por las que esta novela me gustó tanto fue el carácter de la protagonista: tiene ese aspecto rebelde con el que todos nos identificamos de niños, pero también personifica los valores del coraje, la solidaridad y la creatividad. Además, poner a una gallina como ejemplo de valentía… ¿no es un contraste genial?

8. Ulrico y las puertas que hablan (Carlo Frabetti)


Éste fue uno de los últimos libros que recuerdo haber leído en el colegio, y también uno de los que más me gustaron. En realidad es la secuela de otro libro, “La magia más poderosa”, que también leí más adelante, pero por razones de nostalgia le tengo más cariño a éste. Se trata de una historia un tanto extraña, en el sentido de que lo que el autor hace es traer lógica y razón a un mundo donde estos, aparentemente, no tienen cabida: el mundo de los cuentos de hadas, más concretamente el de Blancanieves y los siete enanitos. Como ocurría con la novela anterior, el hecho de que me gustara tanto este libro tuvo mucho que ver con su protagonista, el enano Ulrico. Éste es una especie de Sherlock Holmes del mundo de los cuentos, un personaje al que resulta muy fácil admirar por su inteligencia y por lo rápido que trabaja su mente al resolver los muchos acertijos que pueblan la historia, y esa es razón más que suficiente para que un libro deje en ti una pequeña huella literaria.

7. Historias de Ninguno (Pilar Mateos)


Hablando de historias extrañas: esta novela cuenta las aventuras de un niño al que todos llaman Ninguno porque es tan pequeño que nadie repara en él, que un día recibe como regalo una caja de lápices de colores mágicos con los que todo lo que dibuja se vuelve real, que se hace amigo de una niña un tanto vagabunda cuyo pelo cambia de color según le dé el día, y que emprende junto a ella la búsqueda de un “rocafú” sin que ninguno de los dos sepa qué es eso. ¿Alguien todavía duda que cuando somos pequeños estamos mucho más abiertos a lo surrealista? Como podéis imaginar, este libro me encantaba porque estos elementos tan estrambóticos dan pie a muchas situaciones locas, llenas de humor y fantasía. Y por otro lado, muestra cómo un niño que casi pasa por invisible ante los demás puede tomar una dificultad en su vida y convertirla en una ventaja.

6. Las brujas (Roald Dahl)


Me ha costado mucho decidir qué libro poner aquí, por varias razones. En primer lugar, porque yo de pequeña devoraba muchísimos libros de Roald Dahl, y todos me gustaban (Charlie y la fábrica de chocolate, Matilda, El Gran Gigante Bonachón, El Superzorro, etc.), así que no sabía cuál elegir como favorito. Y en segundo lugar, porque debo decir que revisando un poco estas historias ahora que soy más mayor me he dado cuenta de que, bueno… Roald Dahl era un poco bestia a veces. Quien no me crea, que lea alguna de sus composiciones en Cuentos en verso para niños perversos y luego me diga que eso no es crueldad. Y esta novela no es muy diferente: las descripciones tan detallistas de las monstruosas villanas podrían producir pesadillas a más de uno, y las cosas que le pasan al protagonista en la historia tampoco son precisamente un paseo por el parque. Pero admitámoslo… cuando somos niños en realidad nos encanta que nos metan un poco de miedo, e incluso que pongan a los personajes en situaciones de extremo peligro, siempre que nos encontremos un final feliz. Y quizá por eso para mí este fue uno de los libros más entretenidos que leí en el colegio, y el que más me llamó la atención de este autor.

5. Buenas noches, Ludovico (Patsy Scarry)


¿Quién de vosotros no ha tenido alguna vez ese típico cuento que tus padres te leían en voz alta antes de acostarte? Bueno, yo sí lo tuve, y ese libro de cabecera era precisamente éste: Buenas noches, Ludovico. Era una recopilación de relatos con un tono muy infantil, que narraban las aventuras cotidianas del conejo Ludovico, sus padres, sus amigos y vecinos. Si bien a día de hoy no recuerdo mucho de este libro (recuerdo sólo que Ludovico vivía en el bosque, que su mejor amigo era un puercoespín y que su padre le daba las buenas noches al acostarse), es imposible que no le tenga un cariño especial. Fue uno de los primeros libros presentes en mi niñez, y tanto a mí como a mis hermanos nos regaló muy buenos momentos antes de ir a dormir. Hay ciertas cosas que resuenan en tu memoria con una voz envuelta en nostalgia, y por ello es imposible verlas de forma objetiva.

4. Fray Perico y su borrico (Juan Muñoz Martín)


Fray Perico debe ser sin lugar a dudas uno de los personajes más entrañables que existen. La extrema candidez de este hombrecillo de origen campesino, que quiere de todo corazón ser fraile y adaptarse a la vida en el convento, hace que como lector le tomes un cariño tremendo y le perdones todas sus meteduras de pata, que son muchísimas. Pero no es sólo él, son todos los personajes secundarios: los veinte frailes que también pasan de la extrema seriedad a contagiarse del espíritu inocente y alegre de Fray Perico, teniendo cada uno su oficio y personalidad particulares. El libro no es realmente una historia centrada con introducción, nudo y desenlace, sino más bien una serie de episodios y aventuras que retratan con pinceladas llenas de colores vivaces la vida en comunidad de estos divertidísimos frailes. Desde luego, si tuviera que pasar un día en un convento franciscano del siglo XIX, elegiría éste sin dudarlo.

3. El pequeño vampiro (Angela Sommer-Bodenburg)


El título y la imagen corresponden al primer libro, pero en realidad me refiero a toda la saga. Las historias de Anton y su amigo, el vampiro Rüdiger, son un recuerdo inmortal de mi infancia: ir a la biblioteca y coger un libro de El pequeño vampiro fue como una especie de ritual durante varios años. Tanto a mí como a mi hermana Consu nos encantaban, y, al igual que el propio Anton, no nos cansábamos nunca de las visitas de Rüdiger a la ventana de su habitación. Por mi parte me gustaban mucho los personajes, y ahora, recordándolos unos años después, creo que la autora mostraba mucha habilidad a la hora de presentarlos tal como son los niños: curiosos, con sed de aventuras, y muy emocionales en las relaciones con sus amigos, tanto para la lealtad como para los enfados, pasando del “somos los mejores amigos” al “me enfado y no respiro” en un microsegundo… la verdad, un cuadro sorprendentemente realista de la infancia para tratarse de una novela de vampiros. Creo que, sin pretenderlo, estos libros también evocaban cierta tristeza y nostalgia al saber que algún día Anton tendría que hacerse mayor mientras que sus amigos vampiros permanecerían siempre tal como eran… y eso era algo con lo que, de forma subconsciente, podíamos identificarnos. También nosotros creceríamos, seguiríamos adelante, y también estas historias y estos personajes se quedarían atrás, sin envejecer ni cambiar aunque nosotros sí lo hiciéramos.

2. Manolito Gafotas (Elvira Lindo)


Está claro que tenía que aparecer, y no puedo darle menos que el segundo puesto en esta lista. Manolito Gafotas marcó a una generación de niños lectores en la que yo me incluyo. Sin embargo, no puedo dejar de preguntarme: ¿qué es lo que nos gustaba tanto de estos libros tan… realistas? He mencionado que de pequeños estamos más habituados a leer historias fantásticas, extravagantes e imposibles, llenas de emociones y aventuras. Esto, a simple vista, parece todo lo contrario; ¿qué puede haber más cotidiano que la vida de un niño que nunca ha salido de Madrid y no tiene otro mundo que su pequeño barrio de Carabanchel Alto? Bueno… creo que ésa es precisamente la razón por la que Elvira Lindo dio en el clavo. Es verdad que Manolito Gafotas nos mostraba a muchos nuestra propia vida, pero no en un sentido en que nos hiciera pensar: “esto es muy aburrido, son cosas que veo todos los días, no es interesante”. Todo lo contrario: Manolito muestra que ese mundo del día a día es MUY interesante. Que está lleno de misterios sin resolver, de sinsentidos, de alegrías, de tristezas y, en fin, de la extravagancia humana en general. En Manolito ves que una vida que muchos calificarían de “insignificante” para él era tan importante que valía la pena escribir libros sobre ella. Sus historias muestran una profunda comprensión de cómo los niños ven el mundo, de todos los detalles que a menudo al mirar con ojos de adulto se nos escapan o nos parecen “melodramáticos”: que no poder salir de vacaciones era la mayor de las tragedias, que los chicos y las chicas eran enemigos naturales, que la Cabalgata de Reyes era todo un acontecimiento, que suspender las matemáticas era un pozo sin fondo, que el parque donde jugábamos con nuestros amigos era nuestra segunda casa, etc. En resumen, Manolito Gafotas toma a los niños en serio, comprende la importancia de sus dilemas y les hace ver que su colegio, su barrio, sus vecinos, su familia y, en general, su vida… no tienen nada de insignificantes.

1.      Dailan Kifki (María Elena Walsh)


Y en el primer puesto… Dailan Kifki. Un libro sobre el que ya he hablado en otra entrada de este blog, así que intentaré no extenderme ni repetirme demasiado. Muchos de los que me conocen saben que cuando era pequeña María Elena Walsh se convirtió durante mucho tiempo en mi escritora favorita, y la culpa de eso fue de esta maravillosa, loca, absurda y divertidísima novela. La situación inicial, en la que a la protagonista le dejan un elefante abandonado en la puerta de su casa, ya era algo que cualquier niño desearía para sí mismo, pero es que todo lo que sucede después en la historia dobla, triplica y cuadriplica la locura y la imaginación que la impregnan (además, los personajes eran tan, tan, pero TAN argentinos en sus contestaciones y en sus formas de reaccionar, que no podían dejar de cautivarme). Al lector se le contagia el entusiasmo que desprende la autora, que parece pasarlo genial con lo que está escribiendo: hace rimas, deja de rimar, inventa palabras, pone toda Latinoamérica patas arriba por ir a buscar a un elefante volador, inventa bosques encantados en los que los charcos no son de barro sino de chocolate caliente, discute, hace bromas… En mi caso, tanto me contagió que me metió en la cabeza a los diez años la loca idea de que quería ser escritora, y en esas ando hasta el día de hoy (de hecho, el primer cuento que escribí “en serio” era una copia descarada de este libro). Dailan Kifki, por lo tanto, no sólo me hizo disfrutar de una lectura entretenidísima, sino que me retó y me ayudó a descubrir mi vocación. Es imprescindible, por ello, que ocupe el primer lugar en esta lista y sea mi novela favorita de literatura infantil.


Y hasta aquí llega mi largo pero merecido homenaje a todos esos libros que me acompañaron en una de las etapas más importantes de mi vida, y a cuyos autores les agradezco de todo corazón las puertas que me abrieron al mundo de la palabra escrita. Si os animáis, y estas mini-reseñas os han traído recuerdos, os animo a comentar y decir cuáles han sido los libros clave de vuestra infancia, y si hay alguno de estos con el que coincidís. Una vez más, y con retraso, ¡feliz día del libro!