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lunes, 4 de mayo de 2015

Reto de Lectura 2015 - Un libro ambientado en otro país: Memorias de una geisha, de Arthur Golden

Hablando de la portada: la película no la he visto, pero lo estoy deseando.


Por alguna razón, últimamente estoy un poco obsesionada con la cultura japonesa. No quiero decir con esto que me haya vuelto una entendida, de hecho soy igual de ignorante al respecto, pero sí que el tema me despierta más curiosidad. Así que al ver esta categoría lo consideré una oportunidad de oro para empaparme un poco más de esa cultura a través de un libro que, además, siempre había oído que era muy recomendable. Y la verdad es que no me ha decepcionado en absoluto. Es más, me ha encantado.

Creo que tengo cierta debilidad por las historias de aprendizaje, es decir, aquellas en las que el protagonista tiene que aprender a dominar algún arte, habilidad o conocimiento y se cuentan los pasos que va dando, los retos que enfrenta, los maestros que le ayudan en el proceso, etc. Algunos ejemplos serían Harry Potter, El nombre del viento, El médico, o incluso Los tres mosqueteros. Y esta novela no ha sido la excepción, aunque en este caso se trate de un aprendizaje tan culturalmente chocante como el de una niña que crece para convertirse en geisha. Creo que es una historia muy difícil de contar para cualquiera, pero especialmente para un autor occidental, por lo que la tarea de Arthur Golden como investigador, narrador y novelista me ha parecido asombrosa. Sobre todo porque, si no hubiera leído la página de agradecimientos al final, aún creería que se trata de la autobiografía real de una geisha llamada Sayuri. Es un poco como lo que me pasó leyendo La princesa prometida: la ilusión que crea el autor de no ser él quien habla es tan excelente que caí en ella por completo.

Puede que sea una historia ficticia, pero eso no significa que no sea representativa: probablemente la realidad de la vida de una geisha en el Japón de esa época se asemejaba mucho a esto. Por eso es una labor muy complicada, y por eso pienso que el enfoque que adopta el autor aquí es muy adecuado. Tratándose de una historia tan dura como esta, lo humanamente natural sería contarla con dedo acusador, señalando culpables y convirtiéndolos en “los malos”. Sobre todo, desde nuestra mirada occidental, sería peligrosamente fácil retratar a Sayuri simplemente como la víctima de una cultura que no entendemos y que, por lo tanto, debe ser cruel y bárbara para permitir algo así. Pero la realidad es mucho más compleja, y también lo son los personajes de este libro. Aquí no hay héroes ni villanos de cartón: hay seres humanos que toman una serie de decisiones en base a sus propios valores y percepción de la vida. No es la tarea del autor emitir juicios o analizar el comportamiento de los personajes, sino esforzarse al máximo por conceder al lector la libertad de hacerlo por sí mismo. Creo que no es un reto fácil, y que cuando sale bien hay que reconocer ese mérito. Y ese es el caso con Memorias de una geisha.

Por si después de mi rollo no ha quedado claro, recomiendo muchísimo esta lectura. Creo que lo dije hace poco, pero la literatura es algo así como nuestra peculiar forma de metamorfosis: nos permite ponernos en la piel de otro y experimentar vivencias y sentimientos que de otro modo jamás conoceríamos. La vida y crecimiento de una geisha, por ejemplo. Y si queremos intentar comprender y amar este mundo a pesar de sus muchas debilidades, aprender a ponerse en la piel de otro es algo esencial.

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