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miércoles, 13 de marzo de 2013

Pincelada de tinta - El truco


Abriendo el baúl de los recuerdos y rescatando algo que escribí en agosto de 2011 pero que no había sacado a la luz. Sé que es una tontería enorme y que tiene muy poco sentido, pero también os diré que pocas veces me había divertido tanto escribiendo una historia xD. ¡Espero que os arranque alguna sonrisa!

La prestidigitación, ese arte de hacer juegos de manos que tanto maravilla a la humanidad, es mi cruz desde hace años, y ha conseguido perfilar mi personalidad de tal forma que muchos me consideran antipática. Por cosas tan triviales como que cuando me hacen un truco de magia y me dicen: “ésta carta que tengo en la mano es tu nueve de picas” normalmente me lo creo y le digo que se la guarde, que no me la enseñe. No quiero ver una prueba física de que me están contando la verdad. Esto no es algo muy habitual, y cuando lo hago mis amigos magos arrugan la nariz y me dicen que soy un fastidio, que siempre arruino los trucos de magia.

Yo nunca entenderé el universo. ¿Por qué necesitan demostrarme que tienen superpoderes y han conseguido convertir mi nueve de picas en un comodín y un comodín en un nueve de picas? Si me lo dicen, yo les creo. Porque no me parecería muy lógico que yo les dijese que no me lo creo y ellos se quedaran en calzones teniendo que enseñarme la carta y que no fuera el nueve de picas. Eso no le pasa a nadie, por muy mal mago que sea. La razón por la que yo no les dejo llegar al final de su truco es que hace mucho que perdí la capacidad de sorprenderme con estas cosas. Es lo que tiene haber pasado por siete relaciones amorosas con ilusionistas. Sinceramente, creo que aunque no se den cuenta es mejor para ellos tragarse mi credulidad que ver mi cara de absoluta indiferencia cuando dicen ese “¡tachán!” al que tanta manía he acabado cogiéndole. Sé lo que me digo. Un mago puede soportar muchas cosas por parte de su público, pero no la indiferencia.

Fue mi primer novio quien me dijo que nunca llegaría a ninguna parte con ese pasotismo a la hora de coquetear. O lo que él llamaba coquetear: dejarme impresionar por un hombre. Sí, ahora resulta que sorprenderte con un truco de magia es sinónimo de intentar ligar, mientras que no hacerlo se traduce como “no quiero saber nada de ti, pardillo”. Pero nada más lejos de la verdad. En realidad me fastidió oírle decir eso porque llevaba toda la velada lanzándole indirectas que a mí me parecían muy obvias, y casi se me salían los ojos de las órbitas por intentar decirle con la mirada que estaba enamorada de él hasta la médula, y estaba a punto de irme a llorar en el hombro de una amiga porque el muy cretino no me hacía ni tres cuartos de caso, cuando de repente él hace su truco de magia, ve mi cara de “me da igual dónde esté el nueve de picas” al terminar y me suelta aquello del pasotismo. Increíble.

Esa noche nos dimos nuestro primer beso, él fue mi primer amor, nunca lo olvidaré, blablablá, ya os sabéis el cuento. Duramos seis meses, algo inusualmente largo para lo que más adelante descubrí que estaban destinados a ser mis noviazgos. Por alguna razón, siempre acaban igual: una discusión por teléfono debido a alguna chorrada, yo llorando un poco porque mi novio no me entiende, él apareciendo en  casa al día siguiente, yo pidiéndole perdón y él diciéndome que me perdona pero que tiene que mudarse a Estambul (dígase Estambul, dígase Atenas, dígase Moscú). Lo sé, no es normal.

Hace tres novios que decidí no volver a salir con magos, y siempre he roto mi promesa. Lo repito, yo nunca entenderé el universo. Siempre pasa algo que me hace pensar que éste es el definitivo: una promesa, un beso, un paseo… cualquiera de estas malditas estupideces que a mí, por desgracia, me gustan tanto. Y siempre al final mi novio desaparece tan rápido como su nueve de picas. Así que, sinceramente, cada vez que oigo a alguien decir aquello de: “¿qué te apuestas a que ésta es tu carta?” yo me encojo de hombros y me lo creo. Igual que diez minutos después me creo eso de “te quiero”. Igual que diez días más tarde me vuelvo a creer eso de “nunca te abandonaré”. Y unos meses después acabo tumbada en la alfombra del salón comiendo alitas de pollo glaseadas con miel entre lágrimas y diciéndome: “nunca más, nunca más volveré a salir con un maldito ilusionista”.

Mis amigas creen que soy un poco paranoica. Que mis fracasos amorosos no tienen nada que ver con el sorprendente hecho de que todos mis novios hayan sido magos que no han conseguido impresionarme con un truquito de cartas. Creen que inconscientemente me arrastro hacia ese tipo de tíos porque algo dentro de mí quiere enamorarse, casarse y envejecer con un mago, y vivir todo un matrimonio de: “sí, cariño, es el nueve de picas, te creo”. El porqué, no consiguen explicármelo. De modo que eso sí que yo no me lo creo. He estudiado mucho de psicología, creedme, y nunca he sabido de ningún subconsciente que persiga a los prestidigitadores para enamorarse de ellos. Y aunque lo hubiera, que alguien me explique por qué todos mis novios huyen de mí mudándose a ciudades europeas.

Me gustaría que alguno rompiese con eso. Me encantaría tener un novio que al dejarme dijese: “Eres demasiado fea”, o “no me gustan tus sándwiches de plátano y sardina”, o “no me gustas tú”. Porque el día que eso ocurra, existirá una posibilidad de que mi maldición se haya roto. De que la próxima vez que un tío me diga que la carta que tiene en la mano es un nueve de picas y no un comodín yo pueda mirarle a los ojos y decirle: “No, no es posible, el nueve de picas lo tengo yo detrás de la espalda”, y luego decir: “¡oh, increíble, tenías razón!”, y lloraré de felicidad porque nunca me enamoraré de ese individuo. Porque a lo mejor mi próximo novio sería un fontanero, o un profesor de universidad, o un fabricante de chinchetas, y no un mago.

Pensándolo bien, puede que sea eso. Una especie de hechizo. Mi primer novio debió maldecirme en nuestro primer encuentro por eso de mostrarme indiferente ante su truco y seguramente me condenó a no tener una vida sentimental decente durante el resto de mi vida, y a sentirme atraída sin remedio por tipos como él. ¡Hombres! Siempre hacen lo mismo.

Maldición. O puede que mis amigas tengan razón y esté paranoica. ¡Ya estoy creyéndome la princesa encantada porque ninguno de mis novios es estable!

Creo que me daré una oportunidad más. Una sola.

Si la próxima vez que me enamore resulta ser un hombre de verdad (un basurero, un agente secreto… en serio, lo que sea menos otro panoli empeñado en convencerme de que una carta es otra y otra carta es una), alguien de quien pueda estar segura que no me abandonará con la excusa de irse a vivir a Milán o algo parecido… entonces respiraré de alivio, me reiré, reconoceré mi paranoia mental ante mis amigas y ante mi psiquiatra, y, en resumen, me dejaré de tonterías. Pero si mi corazón vuelve a suspirar como un borrego la próxima vez que oiga a un hombre decir eso de: “¿quieres ver un truco de magia?”… bueno, entonces el resto del mundo tendrá que estar de acuerdo conmigo en que algo no va bien.

Y si eso pasa, en serio, me iré de viaje por toda Europa, buscaré al estúpido de mi ex y le obligaré a romper mi hechizo, o a decirme cómo se hace. Lo sé, la gente se reirá de mí cuando les diga que busco a un mago para que me quite una maldición. Ja, ja, ja. Pero yo sé lo que me digo. No os creeríais lo vengativos que son algunos tíos porque no te dejas seducir por sus trucos de ligoteo barato. Hay cada uno por ahí suelto…

Así que haré eso. Esperaré a ver qué pasa.

Claro que, para poder concederme este ultimátum, debería empezar a cogerles el teléfono a mis amigas y dejar que me presenten a sus “candidatos”. O contestar a sus e-mails, al menos.

(Pasotismo… ¡Lo que me faltaba!)

Madrid, a 19 de agosto de 2011

2 comentarios:

  1. Al principio de tu entrada dices que es una tonteria el relato... A mi me ha encantado! La naturalidad, el tono.. es genial!! Me gusta que casualmente sean 7 novios y creo que se le podria sacar muucho mas partido de forma natural a las supersticiones y que se unan esos dos mundos, lo real y lo ilusorio.

    Una historia de amor diferente y muy entretenida.

    Me ha encantado mucho :)

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    Respuestas
    1. Hola!! Muchas gracias por tu comentario y por tus observaciones, muy interesantes! Me alegro de que te haya gustado el relato. Saludos, y bienvenido/a al blog!

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