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domingo, 2 de agosto de 2009

Pincelada de tinta - La oveja más tonta del mundo

Ea! Ya sé que el domingo pasado os dejé sin Pincelada de Tinta (¿en serio creíais que mis buenos propósitos de quitarle las telarañas a este blog iban a ser permanentes?, criaturitas…), pero aparte de mi pereza habitual, he de alegar en mi defensa que tampoco tenía la más remota idea de qué escribir. Y el baúl de los recuerdos se me está quedando seco para estas cosas. Además, qué leñe, he estado actualizando la historia de Carmen, que las novelas no se escriben solas… bueno, me callo, que esa “privilegiada” información pertenece a la Pincelada de Páginas de la semana que viene.
Esta historia tan POCO CONOCIDA (xD) la escribí ayer, en un momento de alegría porque estaba comiendo galletas y manzanas mientras escuchaba una canción de Marcos Vidal. Lo he releído hoy por tercera vez y no me gusta nada, pero es lo que hay por hoy. Se siente xD.


Todo el universo sabe acerca de la estupidez de las ovejas. Animales preciosos, diríase que lo mejor para el mercado del peluche, con unos ojillos muy tiernos y un balido tan conmovedor que encoge el alma del más duro.
Pero todo el mundo sabe que las ovejas son increíblemente tontas… lo bastante bobas como para quedarse quietas mirando al infinito cuando un depredador se acerca con intenciones evidentemente alimenticias, o para ir hacia la izquierda cuando el pastor ha dicho claramente “derecha”. De modo que una cosa está clara: para considerarse el ser más tonto del planeta hay que ser una oveja. Y dicho sea paso, hay que ser REALMENTE estúpido, porque seamos honestos… ¿¿la más tonta de todas las ovejas??
Bien, señoras y señores… ésa soy yo.
Sólo la más tonta de todas las ovejas podría encontrarse en la situación en que yo estoy ahora mismo. Cada vez respiro más fuerte por el miedo que me recorre el cuerpo, y no puedo dejar de temblar… no sé si es por el pánico o por el dolor de la herida que me he hecho en una pata al caer en este maldito hoyo, y que no para de sangrar. Quisiera lamerla, por lo menos, para aliviar un poco este dolor horrible, pero estoy atrapada en una enorme zarza, con espinas clavadas por todo mi cuerpo, que se clavarán con más fuerza si me muevo lo más mínimo. Por supuesto, sólo la más tonta de todas las ovejas podría caer en un hoyo lleno de zarzas.
No puedo mirar hacia arriba, pero a juzgar por lo oscuro que se está poniendo esto desde hace algunas horas, debe estar anocheciendo. Hasta los alacranes que se pasean continuamente por debajo del zarzal parecen ya aburridos de mirarme extrañados, seguramente preguntándose qué clase de estupidez habré hecho para acabar así.
De pronto, creo que hasta respirar me duele…
Los ojos me arden por las lágrimas que no quiero derramar. ¿Qué demonio haces, oveja idiota? ¿No has perdido ya todo tu orgullo? Me trago la dignidad que nunca he tenido y dejo correr las lágrimas desde mis pupilas hasta mi nariz, deseando una vez más no haber sido tan necia.
Que si no me hubiera salido de la ruta… que si hubiera hecho caso al perro pastor cuando me ladró desde la pradera para que volviera al rebaño… que si no me hubiera dejado llevar por el aroma de no se qué estúpida hierba de la colina… etc. Es demasiado fácil ponerse a jugar ahora al “y qué si… y qué si no…”. Ya sé que no sirve para nada, pero eh, soy una oveja y estoy atrapada en un zarzal sin poder moverme: no hay nada que pueda hacer que sirva para algo.
Lo único que sé es que me he perdido, que he sido lo bastante torpe como para caerme en este horrible agujero en medio de ninguna parte, que soy la oveja más tonta del mundo y que muy pronto me moriré de frío y hambre. Y que, de todas formas, a nadie le importará un cuerno, porque en un rebaño de cien ovejas nadie se va a dar cuenta de que una ha desaparecido.
Un gusano de color indefinido está reptando por mi pata herida. Genial, lo que me faltaba: un chupasangre. Ya que estamos, ¿por qué no aparece también una serpiente y acaba conmigo más rápido? Quiero deshacerme de él, quiero sacudir la pata, pero al intentarlo siento otra vez el insoportable dolor de las zarzas desgarrando mi piel. Lloro con más intensidad, no puedo evitarlo. La noche cada vez es más oscura, o acaso sea el dolor que me está empañando la vista, no sé.
¡Quiero una tregua, maldita sea, quiero que se acabe este martirio… por favor!
Estoy tan cegada por el miedo que ni siquiera reparo en el hecho de que alguien está moviendo las zarzas hasta que el ruido está prácticamente sobre mi cabeza lanuda. ¡Oh, fantástico, ahí tenemos a la serpiente! O quizás sería mejor un lobo, y así pasar en dos segundos de ser una oveja tonta a un simple cadáver. Sí, tiene más pinta de lobo que de serpiente, este ruido no es tan sigiloso…
Pero no. En el momento en que el pánico acaba de paralizarme, descubro unas manos cálidas que me alzan con suavidad, arrancando todas las espinas de mi piel, y en medio del alivio y la sorpresa, me encuentro refugiada en unos brazos fuertes que me aprietan contra su pecho. Dejo de tener frío, el miedo desaparece.
Mis ojos, que ahora ven con más claridad, distinguen unos dedos que acarician con amor mi pata herida, y escucho una voz en mi oído… tan conocida como amada.
Es Él, una vez más.
Con un nudo en la garganta y las lágrimas aún desfilando por mi hocico, yo, la oveja más tonta del mundo, recuesto mi cabeza hueca sobre el latido del corazón, alegre como siempre, de mi Pastor. Y alrededor de esta escena, la noche sonríe y el telón cae, no por primera vez, sobre la parábola de la oveja perdida.

Y dormido en su regazo, lo he sabido:
tengo vida, tengo dueño, y soy querido.
(El milagro – Marcos Vidal)

Uh, esto es en plan dejàvu, me suena haberlo leído en otra parte… xDDDDD
Vaya patata. Lo único que me gusta son los dos versos del final, y porque no son míos… Anda, bajaros esa canción si queréis que os cuenten esta historia de un modo decente ^^ O echadle un vistazo a Mateo 18, 10-14…
¡Agur! =)

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