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domingo, 7 de febrero de 2016

Reto de Lectura 2015 – Un libro con un triángulo amoroso: Como agua para chocolate, de Laura Esquivel


Tengo que empezar aclarando que en principio no había elegido este libro para comentarlo precisamente en esta categoría. De hecho, hay una parte de mí que no quiere ponerle esta etiqueta, porque me da un poco de rabia: esta novela es demasiado buena para ir asociada con el cliché más cansino de la historia de la ficción, y es muy frustrante que tire por esos derroteros cuando otros de sus elementos son tan originales. Por otro lado, me dije que si no lo encasillaba aquí tendría que leerme más adelante otro libro con un triángulo amoroso, y esa idea me dio tanta pereza que me acabé decidiendo. Ahora bien, me centraré sobre todo en comentar las virtudes de esta obra, que en realidad son lo que importa, y al final comentaré un poco por encima el asunto romántico. Tampoco hay por qué dedicarle mucha más atención.

Como agua para chocolate es una novela que me ha sorprendido, sobre todo, porque toma una idea ya de por sí original y la lleva más lejos de lo que anticipaban mis expectativas. Desde el principio me encantó la idea de la estructura: se trata en esencia de un libro de cocina que acompaña cada receta con un episodio de la historia de Tita, la protagonista. Pero pensaba que las recetas iban a ser una excusa para la narrativa, y no: ambos aspectos están íntimamente relacionados, cosa que me sorprendió. Es increíble la forma en que la autora conecta cada comida (su elaboración, sus ingredientes y su tradición en la familia) con las experiencias de los personajes. Algunas de las comidas producen en ellos reacciones químicas que alteran su comportamiento, otras les provocan un shock emocional, otras muestran de forma simbólica lo que sienten… La idea no solo es buena, sino que además está maravillosamente aprovechada y da lugar a una historia que rebosa realismo mágico, cosa que me encanta. Nunca pensé que se le podría sacar tanto significado, y de una forma tan imaginativa y profunda, a una simple actividad que llevamos a cabo tres veces al día: comer. Pero tal como lo escribe Laura Esquivel, es imposible no contagiarse de esa pasión por los alimentos y por la cocina que impregna cada página, despertando los cinco sentidos del lector en todo momento.

Bueno, y ahora vamos con ese triángulo amoroso. No me gusta absolutamente nada. Odio cómo se resuelve. Pero, la verdad, ¿de qué me sorprendo? No sé cómo me las apaño, cuando leo historias con este «conflicto», para ponerme siempre de parte del perdedor. Escritores del mundo, os lo suplico: si vais a predicar sobre el amor verdadero, no lo hagáis por medio de un triángulo amoroso. No. No. Desastre. ¿Por qué hay tantas historias de este tipo? ¡Ya basta! ¿Qué pasa, no hay suficiente conflicto en una relación que solo implique a dos personas? ¿En serio tenemos que recurrir a este desquiciante debate que SIEMPRE sabemos cómo va a acabar, y que, por cierto, casi siempre es de la peor manera posible?

Vale, ya me he quedado a gusto. Para ser justos, este triángulo amoroso no es lo más importante de la novela, y por eso es bastante fácil quedarse con lo bueno. Tengo la esperanza de que aquellos que lean Como agua para chocolate no se queden con el mensaje de que deberías acabar con una persona cobarde que no te merece y con quien la relación no tiene futuro solo porque «es lo que deseáis» (…), sino más bien con la sensación de «oye, pues me han dado ganas de cocinar». Que despierte en vosotros, como en mí, un nuevo aprecio por las sensaciones que provoca la buena comida, una renovada admiración por el trabajo que conlleva, y una curiosidad creativa por esta manera de contar historias.

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