La verdad es que la forma en que encontré este libro
parece cosa del destino. Justo se dio la circunstancia de que a principios de
diciembre fui a la biblioteca a devolver el libro de Wilkie Collins del que he hablado en la entrada anterior y, no sé por qué, me dio por pasearme delante de
la sección de Dickens. Cuál no sería mi sorpresa al encontrarme con esta
colección de relatos escrita entre ambos autores, y además ver que estas
historias tenían, según la descripción de la contratapa, «la Navidad como motivo
y escenario de la mayoría de ellos». Un momento, pensé, ¿no había una categoría
para esto en el reto de lectura? ¡Y además estamos en diciembre! Por favor, era
demasiado perfecto. Sé que esto se parece un poco a juzgar un libro por su portada,
pero eh, mi primera experiencia con Wilkie Collins había sido muy buena, y
Dickens… ¡era Charles Dickens! Vamos, si prácticamente inventó la celebración
de la Navidad tal como la concebimos hoy en día. Seguro que un libro así no
podía decepcionarme, ¿verdad?
Eh…
Bueno, creo que lo más lógico sería comentar
brevemente cada uno de los relatos y luego evaluar el libro de forma general.
El primero, escrito por Charles Dickens, se llama literalmente así, «El
primero». Al parecer originalmente iniciaba una serie de publicaciones conocida
como Los siete viajeros pobres, por
eso lo que hace es introducir un marco para las historias que se van a narrar:
un grupo de viajeros alrededor del fuego de una posada en Nochebuena. Hasta
aquí, todo perfecto; este tipo de escenario es una de mis debilidades
literarias. Este primer relato, narrado por el anfitrión, cuenta la historia de
un soldado que pierde a su mejor amigo en una batalla, y de cómo redirige eso
su vida. Si bien el argumento no es nada del otro mundo, está bien contado y
cumple perfectamente su cometido: ponernos en situación.
A continuación, tenemos «El cuarto viajero pobre», de
Wilkie Collins. ¿Por qué de repente hemos pasado del primero al cuarto? En fin,
dejemos las preguntas para el final. El caso es que por lo visto este viajero
fue abogado antes de caer en la pobreza, y aunque no está dispuesto a hablar de
cómo ha llegado a estas circunstancias, sí que nos narra uno de los casos que
tuvo que enfrentar en el ejercicio de su profesión. Es una excelente historia
policíaca a pesar de su brevedad, y tiene un gran sentido del humor en cuanto a
la forma en que está contada, así que me encantó. No veo absolutamente ninguna
relación con el anterior relato, ni en temas, ni en estilo, ni en tono, y lo
cierto es que no veo la Navidad por ninguna parte, pero oye… variedad. La
variedad es buena, ¿no?
Pero entonces llegamos al tercer capítulo, «El
huésped», escrito por Charles Dickens, y… bueno… el libro muere durante treinta
páginas. Lo siento, no sé expresarlo de otra forma. En primer lugar, todo ese
marco narrativo que habíamos visto en el primer relato desaparece: ahora
estamos en otra serie de publicaciones titulada La posada del Acebo, y en vez de un grupo de viajeros alrededor de
la chimenea tenemos a un señor que, como tiene que quedarse varios días en una
posada a causa de una tormenta, se dedica a matar el tiempo pensando en
anécdotas relacionadas con las posadas inglesas. Ese cambio tan brusco bastaría
para perder la atención del lector, pero se lo perdonaría si al menos este
nuevo escenario tuviera su propio interés. No es el caso. He llegado a echar de
menos a Washington Irving leyendo este capítulo, así de aburrida tenía que
estar.
En fin, como este huésped acaba más aburrido que
nosotros, decide intentar superar su timidez hablando con otras personas de la
posada y escuchando sus historias. Así introduce el siguiente relato escrito
por Wilkie Collins, «El mozo de cuadra», y aquí es cuando el libro resucita con
una fascinante historia gótica que pone los pelos de punta. ¡Sí! ¡Gracias!
Posadas tenebrosas, pesadillas, apariciones fantasmagóricas, intentos de
asesinato… Sigo sin saber qué tendrá esto que ver con el tono navideño que me
habían prometido, pero mira, después de ese capítulo anterior acepto cualquier
cosa donde haya algo de movimiento.
Por último, para concluir el libro, tenemos otra vez a
Charles Dickens con el relato de «El limpiabotas». Esta historia quizá se pasa
un poco de sentimental, incluso para una ñoña como yo, pero se lo perdono
porque desde el principio intuyes que no va a tener exactamente un final feliz.
Es la historia de dos niños que se fugan juntos para casarse contada desde la
perspectiva de un adulto que cuida de ellos, de modo que sí, es pura nostalgia
y melancolía, y a la nostalgia se le permite ser un poco sentimental. Quizá lo
que pasa es que me chocó un poco el contraste con el tono tan tétrico del
relato anterior.
Y hasta aquí el análisis individual. Como he dado a
entender, la verdad es que las historias, cada una por separado, me gustan bastante
(salvo «El huésped», pero es que eso no era ni una historia completa), así que
por pura matemática debería decir que me ha gustado este libro, ¿verdad? Pues…
más o menos. Las matemáticas no siempre se llevan bien con la literatura, y
esto es un buen ejemplo: Cuentos de
viajeros y posadas no me ha disgustado, pero tampoco me convence como una
obra completa. No entiendo muy bien por qué está editado así, pero la realidad
es que esto no es una colección de cuentos como tal: es un libro formado a base
de fragmentos de dos colecciones diferentes. Y uno podría pensar que da igual,
al fin y al cabo son historias independientes, qué más da el marco narrativo o
la conexión entre ellas, ¿no? Pero no, no da igual. Hay buenas y malas
formas de hilar una colección de relatos, por muy independientes que estos
sean: ya sea con temas comunes, con la ambientación, con un personaje… Tuve
algunos problemas con Cuentos de la Alhambra, pero ese es precisamente un perfecto ejemplo de una colección de
relatos en condiciones; se pueden señalar otros puntos negativos tal vez, pero
nadie podría negar que esas historias tienen un buen motivo para aparecer en el
mismo libro. Con Cuentos de viajeros y
posadas el único elemento común parece ser eso: que hay posadas y gente que
viaja. Me parece una excusa un poco pobre para coger estos relatos de dos
publicaciones distintas y editarlos juntos. Incluso la supuesta temática
navideña se diluye hasta el punto de resultar inexistente… aunque bueno, ahora
que lo pienso podría decirse que eso es como lo que pasa en la vida misma.
Supongo que debería darle un punto por realismo.
En resumen, recomiendo leer cualquiera de estos relatos por separado, pero no se gana gran cosa por leerlos juntos en este volumen. Solo lo aconsejaría en caso de que os interese comparar los estilos literarios de Dickens y Collins. En ese aspecto sí resulta muy entretenido, porque son muy opuestos, pero a la vez parece que estos dos nacieron para encontrarse. Si lo único que buscáis es esa comparación, entonces sí, podéis darle una oportunidad.
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
ResponderEliminar