Porque sólo cuando uno tiene
pasado empieza a interesarse por la historia, la familiar o la universal.
Como podéis ver, mi viaje al otro lado del charco dio mucho de sí. Otra novela ambientada en Buenos Aires y escrita por una autora
argentina. Y no cualquier autora: ya he mencionado esto alguna vez, pero para
los que aún no lo sepan, María Elena Walsh es una figura muy importante para mí
porque fue una de sus novelas la que me hizo decidir, a los nueve años, que
quería ser escritora. Gracias por meterme en este lío, querida María Elena. Te
debo una.
Bromas
aparte, la verdad es que este libro me ha gustado un montón. No sabría
describirlo demasiado bien; sé que tiene mucho de autobiográfico, pero no me he
puesto a investigar cuánto hay de realidad y cuánto de ficción, y lo cierto es
que me interesa más bien poco. Es como lo que comentaba sobre la obra de
Rabindranath Tagore, Mis recuerdos, a
la cual esta lectura me ha recordado en muchos sentidos. También aquí los
hechos dan un paso atrás para hacerle sitio al verdadero protagonista: el
lenguaje.
Novios de antaño es
una de esas obras que me cuesta saber cómo recomendar. Sé que no será del gusto
de todo el mundo: para aquellos que buscan una autobiografía es demasiado
imprecisa, para los que quieran una novela tradicional es demasiado fragmentada
y confusa, y a quienes solo conozcan a María Elena Walsh por sus canciones y su
literatura infantil este enfoque tan adulto les resultará muy chocante. Lo
mejor, sinceramente, es encarar este libro con unas expectativas mínimas. Si os
gustan el surrealismo, los juegos de palabras, el romanticismo de lo cotidiano
y los personajes que parecen salidos de Macondo, encontraréis mucho para
apreciar entre estas páginas.
La verdad es que hay algo muy entrañable en este tipo de historias, en las que el escritor te abre la puerta a sus recuerdos y te deja verlos tal cual están: borrosos, desordenados, idealizados, pero llenos de un encanto especial que hace que quieras seguir adelante con la lectura, aunque no te enteres muy bien de lo que pasa. Es una obra que apela más a las emociones que a la razón: tiene imaginación, tiene realismo y tiene mucha nostalgia, como siempre ocurre con las crónicas de la niñez. Es una vida convertida en una obra de arte, y vale muchísimo la pena.