Bueno,
pues aquí estamos. Después de un parón considerable cuya excusa va a ser mi
reciente viaje a Argentina, nada más apropiado que retomar el reto comentando
la obra de un escritor argentino que he leído durante mi estancia allí. Lo cual
ya de por sí es una experiencia muy interesante. Recomiendo a cualquiera que
viaje a otro país que aproveche para leer literatura ambientada en ese lugar:
se vive de otra manera.
El beso de la mujer araña, de Manuel Puig, relata la convivencia de dos presos en
una celda de una prisión bonaerense: Luis Alberto Molina, homosexual condenado
por corrupción de menores, y Valentín Arregui, activista político encarcelado
por su adhesión a la causa revolucionaria. Esta novela fue prohibida por la
dictadura militar argentina, pero además (y esto me pareció muy interesante) al
parecer fue rechazada por varias editoriales que no aprobaron la imagen del
revolucionario «ablandado» por la relación con su compañero de celda; en
resumen, tardó en salir a la luz por ser demasiado extremista para unos y
demasiado pusilánime para otros. Y dado que yo siento un aprecio especial por
los libros que no encajan del todo en una ideología concreta, era inevitable que
despertase mi simpatía, pese a no estar de acuerdo con todas sus conclusiones.
Una
de las cosas que más me han llamado la atención sobre El beso de la mujer araña es su aspecto formal; nunca había leído
una novela escrita de esta manera, aunque sí con elementos parecidos. La
narración, salvo en un par de momentos puntuales, consta únicamente de
diálogos; no hay narrador. Y no es como una obra de teatro, ya que aquí ni
siquiera encontramos acotaciones, indicaciones de quién habla o descripción
alguna de los movimientos y acciones de los personajes, salvo lo que ellos
mismos dicen, de modo que a lo que más se parece esto es a escuchar una
conversación a escondidas. Otro elemento interesante en la obra es el uso de la
metaficción: para pasar el rato en la celda, Molina le cuenta a Arregui varias
películas con las que se entretienen y sacan temas de debate, entrelazando los
conflictos de los protagonistas con los suyos propios (se nota que Manuel Puig
exploró el mundo del cine antes que la novela). En general esta obra me recordó
mucho a La sesión final de Freud en
el sentido de que, al igual que aquella, se apoya más en una situación que en
un argumento.[1]
Sí que hay un poco más de trama, pero teniendo en cuenta todo el tiempo que
pasamos simplemente dentro de la celda escuchando conversar a estos dos, el
argumento más fascinante del mundo no serviría de nada sin unos personajes
interesantes. Y afortunadamente, estos lo son. Sin saber nada de su pasado más
que lo que ellos mismos cuentan, conseguimos conectar con sus sentimientos y
comprender sus decisiones, que en el ámbito de la ficción es lo que importa.
Dado que la novela trata temas delicados sobre sexualidad, política, sociedad y
moral, es lógico no comulgar con todos los pensamientos y actitudes de Molina y
Arregui, pero lo bueno es que no hace falta hacerlo porque estos personajes son
seres humanos, no ideologías con patas como a menudo ocurre en otras historias.
Personalmente
diría que para mí El beso de la mujer
araña tiene un «efecto chicle»: no he encontrado mucho para tragar, pero sí
un montón para masticar. Aunque se me haga raro, encuentro muy necesario
leer de vez en cuando libros que desafíen mis propios valores y convicciones,
sobre todo si se trata de buena literatura como en este caso. Espero que cada
cual pueda sacar su propia conclusión de esta reseña y decidir si esta es una
obra que le interesaría leer.
[1] Hablando de Freud, algo que debo admitir que no me ha gustado del libro son
las notas a pie de página; interesantes, sí, pero interminables y no lo
suficientemente conectadas con la historia como para que merezca la pena
interrumpir la lectura tantas veces.
Y estoy diciendo
esto en una nota a pie de página. Viva la hipocresía.
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
ResponderEliminar