Siguiendo con el reto de lectura para este año, el
siguiente libro que he leído ha sido este: Seis
personajes en busca de autor, de Luigi Pirandello. Y sí, es una obra de
teatro, y antes de que me digáis que eso no vale aclaro que en ninguna parte de
esa lista de cincuenta categorías decía que todos tuvieran que ser novelas, ni
siquiera libros súper largos, así que yo (obviamente una juez muy imparcial)
voy a darlo por válido. Además, después de Rojo
y negro necesitaba urgentemente leer algo con muchos diálogos, y ¿qué mejor
que el teatro para eso?
Como dije en la primera entrada, lo primero que
debería comentar es por qué escogí este libro para esta categoría. En este caso
es muy fácil: este título llevaba años en mi lista de “libros que quiero leer
algún día”, y esta era la oportunidad perfecta para sacarlo de ahí. ¿Y por qué
estaba en esa lista, para empezar? Pues… siendo sincera, única y exclusivamente
por el título. Debo admitir que ni me había tomado la molestia de saber cuál
era el argumento, pero vamos, ¡mirad ese título! ¿De verdad hace falta más? Lo
cierto es que no, porque esta es una obra que te da lo que su título promete,
ni más ni menos.
Y es absolutamente genial.
Para mí el único problema de leer teatro es que
siempre me quedo un poco a medias: evidentemente es un género para ser
representado más que para ser leído, así que por mucho que disfrutes la lectura
de un texto dramático siempre vas a llegar al final pensando que lo que has
leído es, al fin y al cabo, un “proyecto de”. Eso es lo que me ha pasado con esta
lectura: no puedo escapar de ese pensamiento inevitable de “cómo molaría ver
esto sobre el escenario”. Pero eso no es necesariamente malo; además, para que
una obra de teatro llegue al escenario, alguien tiene que leerla primero, ¿no?
La historia es muy sencilla; es más, realmente no es
una historia como tal, sino una situación, como el teatro siempre debería ser.
Una familia formada por seis personajes sin autor llega al ensayo de una
compañía de actores y les ruega que cuenten su drama, ya que necesitan a un
autor que lo cuente para poder “vivir” como lo que son: personajes. La idea ya
es buena, pero la forma en que Pirandello la aprovecha es magistral. Como
cabría esperarse, es una obra que plantea muchas preguntas y da la vuelta a
muchos pensamientos que a veces damos por obvios; y, por supuesto, también
produce mucha angustia y tiene momentos devastadores. Pero eso no significa que
se pierda de vista lo absurda que, al fin y al cabo, es la situación. Por ello
la obra también tiene muchos momentos de humor divertidísimos, y todos ellos
surgen de las reacciones de los personajes, sus dudas y su incomprensión de la
realidad… o falta de realidad.
Como aprendiz de escritora me he sentido muy
identificada con muchas de las inquietudes que el autor refleja en esta obra,
inquietudes que de hecho he expresado más de una vez en cosas que he escrito,
pero desde luego no de forma tan brillante. Me ha encantado, y recomiendo leerla
(o si tenéis la oportunidad, verla representada, sin duda alguna) a todo el
que, como yo, se haya sentido seducido desde el primer momento por un título
como Seis personajes en busca de autor.
No os defraudará. Puede que os deje con ganas de más, porque no es muy larga,
pero no os defraudará.