¡Bienvenidos a septiembre, el
mes de los cambios! Y hablando de eso, quiero introducir un cambio en el orden
del blog, que es algo mínimo y ni siquiera se notará, pero bueno. Desde que
empecé el blog y hasta ahora he estado haciendo las pinceladas de arte en el
mismo orden: primero una película, después un libro. A partir de ahora, lo haré
a la inversa. La razón es que tengo en mente hacer más bloques como el que voy
a hacer estas semanas, en el que hablo tanto de la obra literaria como de
alguna adaptación cinematográfica de la misma, y creo que tiene más sentido
hablar primero del libro y luego de la adaptación. Cuestión de continuidad.
Aclarado ese punto, y sin más preámbulos (que es lo que siempre digo después de
aburriros con un preámbulo), hablemos de Orgullo y prejuicio.
La verdad es que en cierto modo resulta complicado hacer
una reseña de un libro como Orgullo y prejuicio, sobre el que
probablemente ya se ha dicho todo lo que se podría decir desde su primera
publicación en 1813. Pero lo que muchas veces olvidamos respecto a los clásicos
es que la raza humana aún no ha producido un individuo que haya nacido con esos
libros ya leídos, así que para aquellos que tengan curiosidad por leer este comentario
procuraré dar mi opinión manteniendo los detalles argumentales de la novela al
mínimo.
Empezaré diciendo algo sobre ese tema de las obras
clásicas. No es que quiera criticar, y sé que me queda mucho por leer y
aprender antes de poder ser objetiva sobre este asunto, pero muchas veces tengo
la impresión de que resulta relativamente fácil convertir un libro en un
clásico. No “escribir” un clásico, pero sí convertir una obra en uno. A veces
siento que si las personas adecuadas utilizan esa palabra para describir algo,
automáticamente adopta ese estatus y hay que llamarlo así para que no te tachen
de ignorante. Por ese motivo parece incluso más fácil mantener ciertas obras en
el podium de “clásicos”, aunque haya muchos libros con esa etiqueta que la mayoría
de la gente no ha leído o que han leído y no les han parecido para tanto.
La razón por la que comienzo con toda esta parrafada es
para resaltar que, curiosamente, Orgullo y prejuicio no es una de esas
obras. Sí, es cierto que es una novela valorada por críticos y estudiosos desde
hace años, pero a diferencia de otros libros que también gozan de esa atención
y sin embargo pasan más tiempo en una estantería que en manos de los lectores…
me sorprende comprobar cada vez más que Orgullo y prejuicio es un libro
que muchos, incluso aquellos que no suelen interesarse por obras tan antiguas,
han leído o tienen ganas de leer alguna vez. En otras palabras, se trata de una
novela del siglo diecinueve que aún hoy en el veintiuno sigue atrayendo al gran
público; no es solamente una de esas obras que “tienes que leer” si te interesa
la literatura en general.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg8CV8d95dO2M-y6w76gdMbQYbRhbR7IIzuIQYPApVGtshZ2gzxvgOYPF1tdYBD6xT6OqF9tijnfFWbcZi2vygNQy4HzQFCspTCYfARcwvJqROqWPnTfzSiE-sqmtx05kiECkv89znKJ7Q/s320/orgullo-y-prejuicio--incluye-2-dvd-9788467009606.jpg)
La respuesta puede ser muy simple o muy compleja; por mi
parte, como siempre, me limitaré a dar mi opinión personal. Creo que Orgullo
y prejuicio sigue conectando con los lectores de hoy en día porque se trata
de una historia de amor muy básica pero al mismo tiempo única. Los personajes y
las interacciones entre ellos son memorables porque son lo bastante realistas
para que resulten identificables pero a la vez tienen un punto de caricatura
que los convierte en iconos literarios. Por otro lado, la novela trata un tema
humano que definitivamente no ha pasado de moda: todos sabemos lo que es juzgar
a alguien basándonos en primeras impresiones o en lo que dicen los demás, y
sabemos lo que significa cometer errores por culpa de esos juicios. No es un
problema victoriano, sino un problema universal, y por eso aún hoy podemos
sentirnos identificados con un personaje como Elizabeth Bennet e interesarnos
por cómo se resolverá ese conflicto. Además de estos factores, otro elemento
que ayuda a convertir Orgullo y prejuicio en una obra, como he dicho
antes, tan accesible, es sin duda el ritmo de la historia, así como la agilidad
del lenguaje. Todos estos son méritos literarios que trascienden las cuestiones
temporales y culturales.
Y si me equivoco y éstas no son las razones de que a tanta
gente le siga interesando este libro… al menos puedo aseguraros que sí son
algunos de los motivos por los que es una de mis obras literarias favoritas. Si
alguna vez viajo en el tiempo y me encuentro con alguien que la leyera cuando
acababa de publicarse me aseguraré de preguntarle si le gustó por las mismas
razones, pero hasta entonces seguiré disfrutando de Orgullo y prejuicio
por su inteligente narrativa, sus geniales personajes y su brillante habilidad
para absorberme en sus páginas durante horas. Y creo que estos serán los
elementos que harán que dentro de muchos años aún lo sigamos leyendo.
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