Abriendo
el baúl de los recuerdos y rescatando algo que escribí en agosto de 2011 pero
que no había sacado a la luz. Sé que es una tontería enorme y que tiene muy poco
sentido, pero también os diré que pocas veces me había divertido tanto
escribiendo una historia xD. ¡Espero que os arranque alguna sonrisa!
La prestidigitación, ese arte de hacer juegos de manos que
tanto maravilla a la humanidad, es mi cruz desde hace años, y ha conseguido
perfilar mi personalidad de tal forma que muchos me consideran antipática. Por
cosas tan triviales como que cuando me hacen un truco de magia y me dicen:
“ésta carta que tengo en la mano es tu nueve de picas” normalmente me lo creo y
le digo que se la guarde, que no me la enseñe. No quiero ver una prueba física
de que me están contando la verdad. Esto no es algo muy habitual, y cuando lo hago
mis amigos magos arrugan la nariz y me dicen que soy un fastidio, que siempre
arruino los trucos de magia.
Yo nunca entenderé el universo. ¿Por qué necesitan
demostrarme que tienen superpoderes y han conseguido convertir mi nueve de
picas en un comodín y un comodín en un nueve de picas? Si me lo dicen, yo les
creo. Porque no me parecería muy lógico que yo les dijese que no me lo creo y
ellos se quedaran en calzones teniendo que enseñarme la carta y que no fuera el
nueve de picas. Eso no le pasa a nadie, por muy mal mago que sea. La razón por
la que yo no les dejo llegar al final de su truco es que hace mucho que perdí
la capacidad de sorprenderme con estas cosas. Es lo que tiene haber pasado por
siete relaciones amorosas con ilusionistas. Sinceramente, creo que aunque no se
den cuenta es mejor para ellos tragarse mi credulidad que ver mi cara de
absoluta indiferencia cuando dicen ese “¡tachán!” al que tanta manía he acabado
cogiéndole. Sé lo que me digo. Un mago puede soportar muchas cosas por parte de
su público, pero no la indiferencia.
Fue mi primer novio quien me dijo que nunca llegaría a
ninguna parte con ese pasotismo a la hora de coquetear. O lo que él llamaba
coquetear: dejarme impresionar por un hombre. Sí, ahora resulta que
sorprenderte con un truco de magia es sinónimo de intentar ligar, mientras que
no hacerlo se traduce como “no quiero saber nada de ti, pardillo”. Pero nada
más lejos de la verdad. En realidad me fastidió oírle decir eso porque llevaba
toda la velada lanzándole indirectas que a mí me parecían muy obvias, y casi se
me salían los ojos de las órbitas por intentar decirle con la mirada que estaba
enamorada de él hasta la médula, y estaba a punto de irme a llorar en el hombro
de una amiga porque el muy cretino no me hacía ni tres cuartos de caso, cuando
de repente él hace su truco de magia, ve mi cara de “me da igual dónde esté el
nueve de picas” al terminar y me suelta aquello del pasotismo. Increíble.
Esa noche nos dimos nuestro primer beso, él fue mi primer amor, nunca lo olvidaré, blablablá, ya os sabéis el cuento. Duramos seis meses, algo inusualmente largo para lo que más adelante descubrí que estaban destinados a ser mis noviazgos. Por alguna razón, siempre acaban igual: una discusión por teléfono debido a alguna chorrada, yo llorando un poco porque mi novio no me entiende, él apareciendo en casa al día siguiente, yo pidiéndole perdón y él diciéndome que me perdona pero que tiene que mudarse a Estambul (dígase Estambul, dígase Atenas, dígase Moscú). Lo sé, no es normal.
Hace tres novios que decidí no volver a salir con magos, y
siempre he roto mi promesa. Lo repito, yo nunca entenderé el universo. Siempre
pasa algo que me hace pensar que éste es el definitivo: una promesa, un beso,
un paseo… cualquiera de estas malditas estupideces que a mí, por desgracia, me
gustan tanto. Y siempre al final mi novio desaparece tan rápido como su nueve
de picas. Así que, sinceramente, cada vez que oigo a alguien decir aquello de:
“¿qué te apuestas a que ésta es tu carta?” yo me encojo de hombros y me lo
creo. Igual que diez minutos después me creo eso de “te quiero”. Igual que diez
días más tarde me vuelvo a creer eso de “nunca te abandonaré”. Y unos meses
después acabo tumbada en la alfombra del salón comiendo alitas de pollo
glaseadas con miel entre lágrimas y diciéndome: “nunca más, nunca más volveré a
salir con un maldito ilusionista”.
Mis amigas creen que soy un poco paranoica. Que mis
fracasos amorosos no tienen nada que ver con el sorprendente hecho de que todos
mis novios hayan sido magos que no han conseguido impresionarme con un truquito
de cartas. Creen que inconscientemente me arrastro hacia ese tipo de tíos
porque algo dentro de mí quiere
enamorarse, casarse y envejecer con un mago, y vivir todo un matrimonio de:
“sí, cariño, es el nueve de picas, te creo”. El porqué, no consiguen
explicármelo. De modo que eso sí que yo no me lo creo. He estudiado mucho de
psicología, creedme, y nunca he sabido de ningún subconsciente que persiga a
los prestidigitadores para enamorarse de ellos. Y aunque lo hubiera, que
alguien me explique por qué todos mis novios huyen de mí mudándose a ciudades
europeas.
Me gustaría que alguno rompiese con eso. Me encantaría tener
un novio que al dejarme dijese: “Eres demasiado fea”, o “no me gustan tus
sándwiches de plátano y sardina”, o “no me gustas tú”. Porque el día que eso
ocurra, existirá una posibilidad de que mi maldición se haya roto. De que la
próxima vez que un tío me diga que la carta que tiene en la mano es un nueve de
picas y no un comodín yo pueda mirarle a los ojos y decirle: “No, no es
posible, el nueve de picas lo tengo yo detrás de la espalda”, y luego decir:
“¡oh, increíble, tenías razón!”, y lloraré de felicidad porque nunca me
enamoraré de ese individuo. Porque a lo mejor mi próximo novio sería un
fontanero, o un profesor de universidad, o un fabricante de chinchetas, y no un
mago.
Pensándolo bien, puede que sea eso. Una especie de hechizo.
Mi primer novio debió maldecirme en nuestro primer encuentro por eso de
mostrarme indiferente ante su truco y seguramente me condenó a no tener una
vida sentimental decente durante el resto de mi vida, y a sentirme atraída sin
remedio por tipos como él. ¡Hombres! Siempre hacen lo mismo.
Maldición. O puede que mis amigas tengan razón y esté
paranoica. ¡Ya estoy creyéndome la princesa encantada porque ninguno de mis
novios es estable!
Creo que me daré una oportunidad más. Una sola.
Si la próxima vez que me enamore resulta ser un hombre de
verdad (un basurero, un agente secreto… en serio, lo que sea menos otro panoli
empeñado en convencerme de que una carta es otra y otra carta es una), alguien
de quien pueda estar segura que no me abandonará con la excusa de irse a vivir
a Milán o algo parecido… entonces respiraré de alivio, me reiré, reconoceré mi
paranoia mental ante mis amigas y ante mi psiquiatra, y, en resumen, me dejaré
de tonterías. Pero si mi corazón vuelve a suspirar como un borrego la próxima
vez que oiga a un hombre decir eso de: “¿quieres ver un truco de magia?”…
bueno, entonces el resto del mundo tendrá que estar de acuerdo conmigo en que
algo no va bien.
Y si eso pasa, en serio, me iré de viaje por toda Europa,
buscaré al estúpido de mi ex y le obligaré a romper mi hechizo, o a decirme
cómo se hace. Lo sé, la gente se reirá de mí cuando les diga que busco a un
mago para que me quite una maldición. Ja, ja, ja. Pero yo sé lo que me digo. No
os creeríais lo vengativos que son algunos tíos porque no te dejas seducir por sus
trucos de ligoteo barato. Hay cada uno por ahí suelto…
Así que haré eso. Esperaré a ver qué pasa.
Claro que, para poder concederme este ultimátum, debería
empezar a cogerles el teléfono a mis amigas y dejar que me presenten a sus
“candidatos”. O contestar a sus e-mails, al menos.
(Pasotismo… ¡Lo que me faltaba!)
Madrid, a 19 de agosto de 2011
Al principio de tu entrada dices que es una tonteria el relato... A mi me ha encantado! La naturalidad, el tono.. es genial!! Me gusta que casualmente sean 7 novios y creo que se le podria sacar muucho mas partido de forma natural a las supersticiones y que se unan esos dos mundos, lo real y lo ilusorio.
ResponderEliminarUna historia de amor diferente y muy entretenida.
Me ha encantado mucho :)
Hola!! Muchas gracias por tu comentario y por tus observaciones, muy interesantes! Me alegro de que te haya gustado el relato. Saludos, y bienvenido/a al blog!
Eliminar