A estas alturas, para nadie debe suponer
una sorpresa descubrir que no voy a acabar mi reto de lectura antes de que
termine el 2015. ¡Oh, no! Y ahora… ¿quién podrá ayudarnos? Bueno, esto entraba
dentro de las posibilidades, y como ya adelanté, no tengo ningún problema en
continuar durante el 2016. Más tarde que temprano, pero este reto lo acabo sí o
sí. En cualquier caso, estoy muy contenta: por primera vez desde su inicio en
2009, El arte de soñar ha superado su
récord de entradas en un año. Solo se me había quedado una espinita: esta
entrada, que tenía ganas de publicar antes de entrar en el 2016. Así que aquí
estamos, aprovechando las últimas horas disponibles. Marca de la casa. En fin,
Seraf… bueno, dejémoslo. ¡Adelante!
Hace unos meses vi esta especie de reto en Youtube y
me gustó bastante la idea. Vale, es cierto que sigo en modo bestmovieever desde que vi esta película
en verano y cualquier cosa con las palabras «inside out» iba a gustarme sí o
sí, así que en realidad tenía poca escapatoria. Y si encima tiene que ver con
libros, apaga y vámonos.
Para los que no hayáis visto Inside Out (Del revés
para los españoles), lo primero es lo primero: tenéis que verla. Es una de las
mejores películas que he visto últimamente, de las que me habría comprado nada
más salir del cine su hubiera podido (y esta Navidad me la ha regalado mi
hermana, ¡felicidad!). Pero bueno, para leer esto solo necesitáis saber que es
una historia donde los protagonistas son las cinco emociones de una niña de
once años: Alegría, Asco, Miedo, Tristeza e Ira. Por lo tanto, este reto consiste
en decir un libro que asocies con cada una de esas emociones, y explicar por
qué.
Antes de empezar quiero señalar lo evidente: los
libros normalmente no inspiran una única emoción, y si lo hacen, no valen mucho
la pena. Está claro que todos los libros van a tener momentos alegres, tristes,
inquietantes, etc. Para elegir cada uno no me he basado en su temática ni en el
tono que predomina, sino en mis propios sentimientos y en el recuerdo que tengo
de esa lectura; así que, por supuesto, esto va a ser totalmente personal. Otro
detalle que quiero aclarar es que he incluido solo los libros que he llegado a
leerme enteros, porque normalmente si una lectura me resulta insoportable es
muy difícil que la termine. En realidad todos los libros en esta lista me han
gustado al menos en cierta medida, pero… en fin, digamos que algunos me han
gustado «porque» y otros «a pesar de».
Bueno, se acabó el preámbulo. Vamos con esas
emociones.
Alegría
Ana
la de Tejas Verdes, L. M. Montgomery
Pese a lo que pueda engañar esa portada tan sosa, esta
novela que leí con doce o trece años es la que más asocio con un sentimiento de
alegría. No es una obra maestra de la literatura universal, no tiene
reflexiones muy complicadas sobre la vida, y tampoco se trata de que explore a
fondo la naturaleza humana o las cuestiones políticas de la época. Es una
novela muy emocional que me inspira felicidad pura y dura: no puedo expresarlo
de otra manera. Y no es porque solo ocurran cosas felices, en absoluto: ya he
dicho que eso sería muy aburrido. Hay momentos duros, pero la ilusión de la
protagonista por cualquier pequeño detalle es increíblemente contagiosa, y me
ayuda a ser agradecida por el simple hecho de poder respirar. Es un libro del
que solo tengo buenos recuerdos.
Asco
Festín
de cuervos, de George R. R. Martin
(Y toda la saga, ya que estamos).
Ya he hablado bastante de Canción de hielo y fuego, así que no quiero enrollarme. He dejado
claro que me gusta. Me leí todos los libros pasando páginas como una loca.
Disfruté mucho. Pero para mí el estilo de George R. R. Martin tiene la elegancia
de un asesino con hacha, y eso hace que le tenga que «perdonar» muchas
salvajadas mientras voy leyendo. Sí, sé que lo hace para dar realismo, que este
mundo está inspirado en la Edad Media, que las cosas eran así y patatín
patatán. Tiene todo el derecho a hacer lo que le dé la gana, por supuesto, pero
eso no significa que yo tenga que disfrutarlo. Estoy segura de que se puede
representar la violencia extrema de esa sociedad sin necesidad de ser tan
despiadadamente gráfico.
He elegido este libro en concreto porque es donde está
el momento que me hizo sentir más repugnancia. No voy a entrar en detalles,
pero para que los lectores os ubiquéis, es cuando a Jaime Lannister le cuentan
lo que le ocurrió a Vargo Hoat, alias «La Cabra». Muy agradable, ¿verdad? Tan
agradable como puede ser tener ganas de vomitar después de leer un párrafo.
Miedo
Cujo,
de Stephen King
Otro libro del que ya he hablado, y además hace poco,
así que procuraré ser breve. Debo decir que a mí no me apasiona el género de
terror, pero a pesar de ello soy fan de Stephen King, así que sabía que aquí
iba a entrar una de sus novelas. He dudado sobre cuál escoger, porque es cierto
que con Misery lo pasé fatal y Carrie tampoco es lo más alegre que he
leído, por poner dos ejemplos, pero son libros con los que realmente no llegué
a ponerme en la piel de los protagonistas lo suficiente como para sentir el
mismo miedo que ellos. Con Cujo la cosa
fue muy diferente, y en parte es por lo que ya mencioné en mi reseña: el terror
parte de una situación perfectamente realista y que podría sucederle a
cualquiera, no solo a un autor de best
sellers o a una adolescente con poderes sobrenaturales. Después de leerme
este libro, durante unos días, no salía tranquila a la calle. Era como si
acabara de darme cuenta de que el mundo es… bueno, peligroso. Pero ya lo he
superado, o al menos eso creo, porque habrá que ver mi reacción si veo a un san
bernardo por la calle.
Vacunad a vuestros perros, gente. No queréis correr el
riesgo.
Tristeza
Y
las montañas hablaron, de Khaled Hosseini
Leí este libro el año pasado, y poco después se
encontraba en mi lista de libros favoritos. Pocas veces una lectura me ha hecho
sentir, comprender y abrazar de forma tan fuerte el dolor ajeno. Y en cierto
modo eso es asombroso, porque a priori la estructura de esta novela no parece
favorecer la implicación emocional. Se trata de varias historias con personajes
distintos que sí, se entrecruzan, pero al final no tienen mucho que ver unos
con otros; en muchos casos, las relaciones entre ellos son casi accidentales. Esto
podría haber salido muy mal, porque normalmente si te presentan a uno o dos
personajes al principio del libro lo lógico es que quieras acompañarlos de
principio a fin, y no que de repente te interrumpa la historia de otro
individuo al que «nadie ha invitado a la fiesta», por decirlo de alguna forma.
Pero el caso es que funciona; no sé cómo lo consigue Khaled Hosseini, pero maldita
sea, funciona de maravilla. Entre los nueve capítulos de este libro, cada uno
con un protagonista diferente, no hubo ninguno del que pudiera decir «este
personaje me ha dado igual» o «este relato no me ha aportado nada». Las
situaciones cambiaban, pero era un sentimiento de tristeza constante, si bien
la sensación final no es de amargura ni de desesperanza. Tampoco es feliz. Es
más bien una empatía total, no con el autor ni con un personaje en concreto, sino
con… no sé, con una parte de la vida en general. Por eso sí podría decir que es
el libro más «triste» que he leído, aunque no sea el más trágico ni el más
dramático.
Ira
La
edad de la inocencia, de Edith Warthon
(Aviso: cuando me he puesto a escribir esto me he dado
cuenta de que tengo bastante que decir y no quiero enrollarme, así que intentaré
hacer una versión light y quizá
preparar una reseña más profunda y detallada en el futuro).
Ahora mismo los que habéis leído este libro estaréis pensando:
«¡¿En serio?!». Y los que no lo habéis leído, pero os estáis fijando en el
título y en la portada, estaréis pensando: «Em… ¿en serio?». Lo sé, cuesta
creer que alguien asocie una novela romántica del siglo XIX, algo tan (literalmente)
«inocente», con una emoción a la que le sale fuego por la cabeza. Yo misma
estoy un poco sorprendida con mi elección, pero cuando me he puesto a intentar
recordar una lectura en la que mi sentimiento general fuese de mosqueo
constante, lo cierto es que este era el título que me venía a la mente.
Aclaro una vez más que en realidad este libro me
gusta. De hecho, tiene elementos que me parecen muy buenos, y supongo que tiene
sentido, porque como decía Paul Auster, «no puedes odiar algo tan intensamente
a menos que una parte de ti también lo ame». Tengo un buen recuerdo de la
historia, de los temas que trata, de la forma en que está escrito y de algunos
de los personajes. ¿Cuál es el problema, entonces? Desgraciadamente, uno bastante
gordo: el protagonista. Newland Archer es un personaje insufrible, y la idea de
tener que contemplar toda esta historia a través de sus ojos y supuestamente
sentirme identificada con él, aparte de provocarme la risa floja, me pone de
muy mala leche. Lo siento, pero no soporto a los protagonistas que se presentan
como más inteligentes que el resto de la sociedad, más humanos y más valientes,
y luego toman decisiones tan estúpidas. Eso de actuar como un irresponsable y
luego intentar quedar como la víctima de un sistema opresor no cuela, chaval.
De hecho, debo ser de las pocas personas a las que el final les gustó por
razones diferentes a las de la mayoría. Pero bueno, voy a dejarlo porque me
está volviendo el mosqueo y no me apetece terminar así el 2015. Ya haré una
reseña más extensa otro día.
Y hasta aquí llega esta entrada, la última de un año
muy intenso en lo que a lecturas se refiere (y en otras cosas también, pero no
nos vayamos por las ramas). Espero que hayáis disfrutado, que sigáis visitando
el blog en 2016, y que veáis Inside Out
si todavía no lo habéis hecho, que no sabéis lo que os perdéis. A seguir
leyendo y emocionándonos, y… ¡feliz año nuevo!