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jueves, 21 de abril de 2016

Reto de Lectura 2015 – Un libro escrito por una mujer: Novios de antaño, de María Elena Walsh


Porque sólo cuando uno tiene pasado empieza a interesarse por la historia, la familiar o la universal.

Como podéis ver, mi viaje al otro lado del charco dio mucho de sí. Otra novela ambientada en Buenos Aires y escrita por una autora argentina. Y no cualquier autora: ya he mencionado esto alguna vez, pero para los que aún no lo sepan, María Elena Walsh es una figura muy importante para mí porque fue una de sus novelas la que me hizo decidir, a los nueve años, que quería ser escritora. Gracias por meterme en este lío, querida María Elena. Te debo una.

Bromas aparte, la verdad es que este libro me ha gustado un montón. No sabría describirlo demasiado bien; sé que tiene mucho de autobiográfico, pero no me he puesto a investigar cuánto hay de realidad y cuánto de ficción, y lo cierto es que me interesa más bien poco. Es como lo que comentaba sobre la obra de Rabindranath Tagore, Mis recuerdos, a la cual esta lectura me ha recordado en muchos sentidos. También aquí los hechos dan un paso atrás para hacerle sitio al verdadero protagonista: el lenguaje.

Novios de antaño es una de esas obras que me cuesta saber cómo recomendar. Sé que no será del gusto de todo el mundo: para aquellos que buscan una autobiografía es demasiado imprecisa, para los que quieran una novela tradicional es demasiado fragmentada y confusa, y a quienes solo conozcan a María Elena Walsh por sus canciones y su literatura infantil este enfoque tan adulto les resultará muy chocante. Lo mejor, sinceramente, es encarar este libro con unas expectativas mínimas. Si os gustan el surrealismo, los juegos de palabras, el romanticismo de lo cotidiano y los personajes que parecen salidos de Macondo, encontraréis mucho para apreciar entre estas páginas.

La verdad es que hay algo muy entrañable en este tipo de historias, en las que el escritor te abre la puerta a sus recuerdos y te deja verlos tal cual están: borrosos, desordenados, idealizados, pero llenos de un encanto especial que hace que quieras seguir adelante con la lectura, aunque no te enteres muy bien de lo que pasa. Es una obra que apela más a las emociones que a la razón: tiene imaginación, tiene realismo y tiene mucha nostalgia, como siempre ocurre con las crónicas de la niñez. Es una vida convertida en una obra de arte, y vale muchísimo la pena.

miércoles, 20 de abril de 2016

Reto de Lectura 2015 – Un libro prohibido: El beso de la mujer araña, de Manuel Puig


Bueno, pues aquí estamos. Después de un parón considerable cuya excusa va a ser mi reciente viaje a Argentina, nada más apropiado que retomar el reto comentando la obra de un escritor argentino que he leído durante mi estancia allí. Lo cual ya de por sí es una experiencia muy interesante. Recomiendo a cualquiera que viaje a otro país que aproveche para leer literatura ambientada en ese lugar: se vive de otra manera.

El beso de la mujer araña, de Manuel Puig, relata la convivencia de dos presos en una celda de una prisión bonaerense: Luis Alberto Molina, homosexual condenado por corrupción de menores, y Valentín Arregui, activista político encarcelado por su adhesión a la causa revolucionaria. Esta novela fue prohibida por la dictadura militar argentina, pero además (y esto me pareció muy interesante) al parecer fue rechazada por varias editoriales que no aprobaron la imagen del revolucionario «ablandado» por la relación con su compañero de celda; en resumen, tardó en salir a la luz por ser demasiado extremista para unos y demasiado pusilánime para otros. Y dado que yo siento un aprecio especial por los libros que no encajan del todo en una ideología concreta, era inevitable que despertase mi simpatía, pese a no estar de acuerdo con todas sus conclusiones.

Una de las cosas que más me han llamado la atención sobre El beso de la mujer araña es su aspecto formal; nunca había leído una novela escrita de esta manera, aunque sí con elementos parecidos. La narración, salvo en un par de momentos puntuales, consta únicamente de diálogos; no hay narrador. Y no es como una obra de teatro, ya que aquí ni siquiera encontramos acotaciones, indicaciones de quién habla o descripción alguna de los movimientos y acciones de los personajes, salvo lo que ellos mismos dicen, de modo que a lo que más se parece esto es a escuchar una conversación a escondidas. Otro elemento interesante en la obra es el uso de la metaficción: para pasar el rato en la celda, Molina le cuenta a Arregui varias películas con las que se entretienen y sacan temas de debate, entrelazando los conflictos de los protagonistas con los suyos propios (se nota que Manuel Puig exploró el mundo del cine antes que la novela). En general esta obra me recordó mucho a La sesión final de Freud en el sentido de que, al igual que aquella, se apoya más en una situación que en un argumento.[1] Sí que hay un poco más de trama, pero teniendo en cuenta todo el tiempo que pasamos simplemente dentro de la celda escuchando conversar a estos dos, el argumento más fascinante del mundo no serviría de nada sin unos personajes interesantes. Y afortunadamente, estos lo son. Sin saber nada de su pasado más que lo que ellos mismos cuentan, conseguimos conectar con sus sentimientos y comprender sus decisiones, que en el ámbito de la ficción es lo que importa. Dado que la novela trata temas delicados sobre sexualidad, política, sociedad y moral, es lógico no comulgar con todos los pensamientos y actitudes de Molina y Arregui, pero lo bueno es que no hace falta hacerlo porque estos personajes son seres humanos, no ideologías con patas como a menudo ocurre en otras historias.

Personalmente diría que para mí El beso de la mujer araña tiene un «efecto chicle»: no he encontrado mucho para tragar, pero sí un montón para masticar. Aunque se me haga raro, encuentro muy necesario leer de vez en cuando libros que desafíen mis propios valores y convicciones, sobre todo si se trata de buena literatura como en este caso. Espero que cada cual pueda sacar su propia conclusión de esta reseña y decidir si esta es una obra que le interesaría leer.



[1] Hablando de Freud, algo que debo admitir que no me ha gustado del libro son las notas a pie de página; interesantes, sí, pero interminables y no lo suficientemente conectadas con la historia como para que merezca la pena interrumpir la lectura tantas veces.

Y estoy diciendo esto en una nota a pie de página. Viva la hipocresía.