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jueves, 18 de febrero de 2016

Reto de Lectura 2015 - Una novela gráfica: V de Vendetta, de Alan Moore y David Lloyd


Debo decir que no estoy muy segura de que esto cuente como novela gráfica, sobre todo porque sé que originalmente se publicó con formato serie (y porque, la verdad, el criterio para diferenciar entre lo que llamamos novela gráfica y lo que llamamos cómic cada vez me parece más confuso). Pero bueno, en algún sitio de Internet la he visto clasificada así, e Internet nunca se equivoca (…). Además, la historia está tan bien cohesionada que en realidad es fácil leerla como una novela.

V de Vendetta. ¿Qué queréis que diga sobre esta obra? Escriba lo que escriba, esto se va a quedar corto: la verdad es que es una de esas lecturas que me han dejado muy pensativa, y podría escribir páginas y páginas expresando mi opinión. Pero me parece que si hiciera eso os quitaría las ganas de leerla, así que en vez de eso voy a intentar abogar por lo breve una vez más. Antes de nada, tengo que decir que me ha gustado bastante. Admito que cuando empecé a leer creí que no me iba a enganchar, pensaba que iba a ser una versión descafeinada de 1984, pero no: aunque sí hay similitudes en cuanto a la inspiración, V de Vendetta tiene identidad propia. La historia es interesante, trata temas que (todo hay que decirlo) están a la orden del día, y plantea preguntas sobre las que nunca viene mal reflexionar.

Si me hubieseis preguntado mientras lo leía, y no ahora que lo he terminado, probablemente mi opinión habría sido buena pero menos entusiasta. Tengo que reconocer que hay algunas cosas «cuestionables», lo que hacen los personajes (sobre todo el protagonista) a veces no tiene sentido y la historia toma unos giros un tanto confusos, como si lo autores estuvieran más preocupados por sorprender que por seguir lógica alguna. Y el discurso es un poco grandilocuente para mi gusto. Entiendo que es parte del estilo que estaban buscando, pero es que a ratos me daban ganas de replicar: «Oye, citar a doscientos escritores y soltar frases en latín no hace que lo que dices sea más profundo».

Pero bueno, prefiero una lectura cuestionable a una lectura que me aburra, y sí es verdad que esta es una de esas obras sobre las que tu opinión queda mejor formada después de digerirla durante unos días. Además, por alguna razón, el final me pareció… perfecto. Es raro, porque parece una de las pocas cosas con las que no han intentado sorprender, pero para mí fue una de esas raras ocasiones en las que mientras leía tenía una vaga sensación de cómo debía terminar esta historia para ser perfecta, que intuía conexiones curiosas entre ciertos personajes… y el libro me dio la razón de la mejor forma posible. Solo por ese final tuve que perdonarle muchas cosas.

Me queda por comentar el dibujo, y en esto vais a tener que hacerme muy poco caso, porque es un tema del que no sé nada. Al menos desde mi punto de vista totalmente inexperto, este cómic es una obra de arte; tiene viñetas que por sí solas podrían ser un cuadro. Aunque los diseños tan hiperrealistas me han llegado a frustrar un poco, porque a veces incluso me costaba distinguir a unos personajes de otros, pero al final te acostumbras. Y algunas de las secuencias que son pura imagen, sin texto alguno, resultan sobrecogedoras.

Así que, como decía al principio, sí que me ha gustado bastante. Es verdad que tiene cosas cuestionables, tanto en el mensaje como en la forma de transmitirlo, pero a fin de cuentas eso es justo lo que nos llama a hacer esta obra: cuestionar, darle al coco, no quedarnos con la comida premasticada. Y eso, al menos conmigo, lo ha logrado.

domingo, 7 de febrero de 2016

Reto de Lectura 2015 – Un libro con un triángulo amoroso: Como agua para chocolate, de Laura Esquivel


Tengo que empezar aclarando que en principio no había elegido este libro para comentarlo precisamente en esta categoría. De hecho, hay una parte de mí que no quiere ponerle esta etiqueta, porque me da un poco de rabia: esta novela es demasiado buena para ir asociada con el cliché más cansino de la historia de la ficción, y es muy frustrante que tire por esos derroteros cuando otros de sus elementos son tan originales. Por otro lado, me dije que si no lo encasillaba aquí tendría que leerme más adelante otro libro con un triángulo amoroso, y esa idea me dio tanta pereza que me acabé decidiendo. Ahora bien, me centraré sobre todo en comentar las virtudes de esta obra, que en realidad son lo que importa, y al final comentaré un poco por encima el asunto romántico. Tampoco hay por qué dedicarle mucha más atención.

Como agua para chocolate es una novela que me ha sorprendido, sobre todo, porque toma una idea ya de por sí original y la lleva más lejos de lo que anticipaban mis expectativas. Desde el principio me encantó la idea de la estructura: se trata en esencia de un libro de cocina que acompaña cada receta con un episodio de la historia de Tita, la protagonista. Pero pensaba que las recetas iban a ser una excusa para la narrativa, y no: ambos aspectos están íntimamente relacionados, cosa que me sorprendió. Es increíble la forma en que la autora conecta cada comida (su elaboración, sus ingredientes y su tradición en la familia) con las experiencias de los personajes. Algunas de las comidas producen en ellos reacciones químicas que alteran su comportamiento, otras les provocan un shock emocional, otras muestran de forma simbólica lo que sienten… La idea no solo es buena, sino que además está maravillosamente aprovechada y da lugar a una historia que rebosa realismo mágico, cosa que me encanta. Nunca pensé que se le podría sacar tanto significado, y de una forma tan imaginativa y profunda, a una simple actividad que llevamos a cabo tres veces al día: comer. Pero tal como lo escribe Laura Esquivel, es imposible no contagiarse de esa pasión por los alimentos y por la cocina que impregna cada página, despertando los cinco sentidos del lector en todo momento.

Bueno, y ahora vamos con ese triángulo amoroso. No me gusta absolutamente nada. Odio cómo se resuelve. Pero, la verdad, ¿de qué me sorprendo? No sé cómo me las apaño, cuando leo historias con este «conflicto», para ponerme siempre de parte del perdedor. Escritores del mundo, os lo suplico: si vais a predicar sobre el amor verdadero, no lo hagáis por medio de un triángulo amoroso. No. No. Desastre. ¿Por qué hay tantas historias de este tipo? ¡Ya basta! ¿Qué pasa, no hay suficiente conflicto en una relación que solo implique a dos personas? ¿En serio tenemos que recurrir a este desquiciante debate que SIEMPRE sabemos cómo va a acabar, y que, por cierto, casi siempre es de la peor manera posible?

Vale, ya me he quedado a gusto. Para ser justos, este triángulo amoroso no es lo más importante de la novela, y por eso es bastante fácil quedarse con lo bueno. Tengo la esperanza de que aquellos que lean Como agua para chocolate no se queden con el mensaje de que deberías acabar con una persona cobarde que no te merece y con quien la relación no tiene futuro solo porque «es lo que deseáis» (…), sino más bien con la sensación de «oye, pues me han dado ganas de cocinar». Que despierte en vosotros, como en mí, un nuevo aprecio por las sensaciones que provoca la buena comida, una renovada admiración por el trabajo que conlleva, y una curiosidad creativa por esta manera de contar historias.