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domingo, 29 de mayo de 2011

Pincelada de arte - Harry Potter, de J.K. Rowling

Cuando tenía once años me regalaron un libro llamado Harry Potter y la piedra filosofal, que empezaba con el cumpleaños de un niño con la misma edad que yo. Así comenzó todo, así me embarqué en una lectura que duró seis años y que terminó cuando, teniendo tanto yo como Harry diecisiete, leí Harry Potter y las reliquias de la muerte. Quien no haya seguido las aventuras de un personaje durante toda su adolescencia quizá no comprenda que la saga del joven mago sea una de mis obras literarias favoritas, ni que J.K. Rowling sea una de las autoras que más han influido en mi forma de escribir. Y es que es muy difícil explicar el significado de la palabra “fan”.


La historia de Harry Potter es la de un niño que un día descubre, no sólo que es un mago y puede estudiar en una escuela de magia llamada Hogwarts, sino también que es un mago muy especial: cuando era sólo un bebé se convirtió en el héroe que había derrotado al Señor Tenebroso. A partir de esta premisa, J.K. Rowling desarrolla la historia de su protagonista a lo largo de siete novelas, cada una sobre un año de éste en el Colegio Hogwarts. A medida que avanza, la trama se va volviendo más oscura, y Harry se enfrenta a múltiples peligros que lo guían poco a poco hasta la batalla final contra su enemigo.


Hay dos aspectos en los que Rowling demuestra su valía como escritora. Una de ellos es sin duda la evolución a lo largo de las siete entregas de todos los personajes, pero especialmente de Harry. La autora es muy consciente de que éste empieza siendo un niño pero tiene que crecer, y además de forma gradual. No hay saltos en el tiempo que hagan más fácil el cambio del personaje, sino que durante esos siete años siempre acompañamos a Harry. Vemos toda su adolescencia. Rowling logra con creces que nos creamos la evolución de un personaje, no sólo en su crecimiento natural, relaciones con otros, etc., sino también en su conflicto como héroe de la historia. Y es que cambiar la personalidad de un protagonista de quince años a treinta es más sencillo que mostrar su crecimiento entre los quince y los dieciséis.


El segundo aspecto en que destaca la labor de la autora es la desbordante imaginación que demuestra en la creación de un universo totalmente mágico: un mundo que se presenta como paralelo al nuestro (ya que la mayoría de los no magos desconocen su existencia) pero que sin embargo convive con nosotros. En las novelas de Harry Potter se da una vuelta de tuerca a la fantasía tradicional, introduciendo elementos de las leyendas mágicas en la cultura británica de los años noventa. Al leer esta saga entramos en una realidad donde vemos deportes con escobas voladoras, bancos protegidos por duendes, capas de invisibilidad, cuadros y fotografías que se mueven y hablan, fantasmas plateados que lloran su muerte en los servicios de las chicas, lechuzas que llevan el correo… Y esto sólo son algunos ejemplos. Por otro lado, en esta historia todo se mueve por la magia más ancestral y poderosa: el amor, que guía las acciones de los personajes y trasciende más allá de todas las heridas y miedos. El amor es el tema central de la saga de Harry Potter.


Por último, como ye he dicho, hay un elemento innegable de nostalgia que influye en mi apego a estos libros. Nostalgia de la experiencia que suponía seguir las aventuras de Harry, de esos momentos que he compartido con muchos otros fans de la saga. Esos años de lecturas, de relecturas, de mordernos las uñas con cada misterio, de teorías sobre lo que ocurriría al final, de reírnos con las travesuras de los hermanos Weasley, de preguntarnos con quién acabaría Hermione, de sufrir con los conflictos de Harry, de llorar por cada muerte, de esperar ansiosamente cada nuevo libro…


J.K. Rowling me ha regalado una historia que no se me olvidará mientras siga escribiendo. Un recuerdo de personajes, de narración, incluso de rasgos de estilo; en definitiva, una huella literaria. Y eso es uno de los legados más bonitos que un escritor le puede dejar a un aprendiz… o a un fan.

viernes, 20 de mayo de 2011

Pincelada de arte - Basil, el ratón superdetective

Es de noche, hace frío y hay niebla en la ciudad de Londres. En una discreta madriguera, Flaversham, un ratón de profesión juguetero, le regala a su hija Olivia por su cumpleaños una encantadora bailarina a cuerda. Pero la feliz escena se ve interrumpida cuando alguien intenta forzar la puerta. El juguetero hace esconderse a la pequeña en un armario y trata de hacer frente al visitante, pero cuando Olivia sale de su escondite tras la breve lucha descubre que su padre ha desaparecido.

Con esta escena comienza la película Basil, el ratón superdetective, o The Great Mouse Detective en su versión original (pero en España somos así de geniales y ponemos en letras bien grandes el nombre del protagonista, tú di que sí, seguro que si Titanic hubiese sido una película de animación se habría llamado Jack y Rose en el supernaufragio). A raíz de este suceso se desarrolla una trama de investigación en la que Basil, el detective a quien Olivia acude para que le ayude a encontrar a su padre, analiza las circunstancias que rodean el secuestro y sigue una pista que lo llevará hasta su archienemigo, el profesor Ratigan.

La historia adapta la novela Basil of Baker Street (Eve Titus y Paul Galdone), pero al mismo tiempo constituye todo un homenaje animado al universo y personajes de Conan Doyle, siendo Basil y su compañero Dawson una divertida versión de Sherlock Holmes y el doctor Watson. Si hay algo que destaca en este largometraje de 1986, dirigido por John Musker y Ron Clements (que más tarde volverían a dirigir juntos en películas de los noventa como La Sirenita o Aladdin), es la solidez y frescura de su guión, con un argumento perfectamente hilvanado y un desarrollo atípico en comparación con muchas otras películas animadas. Desde el siniestro inicio, pasando por la curiosa presentación del protagonista casi diez minutos más tarde, las insinuaciones sutiles del plan de Ratigan, hasta el sobresaliente final, el guión apenas decae durante los setenta y tres minutos de su metraje. La historia bebe del surrealismo animado de los clásicos cartoons, y al mismo tiempo la ambientación y la caracterización de los personajes es sorprendentemente realista.

Resalta en especial el antagonismo entre dos excelentes personajes: el protagonista y el villano. Basil es un héroe inusual: no se trata de un príncipe, ni de un justiciero, ni de un soñador que busca su destino, sino de un detective hiperactivo que pasa en un instante del entusiasmo a la depresión; por otro lado, Ratigan se muestra como un maniático genio del mal que no descuida ni por un momento su elegante ironía, doblado en su versión original por una leyenda del cine de terror, el actor Vincent Price.

En cuanto al apartado artístico, nos encontramos ante una película sencilla, sin grandes alardes visuales, pero con una estética cuidada y agradable que recrea con acierto una ambientación nocturna de las calles de Londres. Un elemento esencial de este largometraje es su maravillosa banda sonora, compuesta por el gran Henry Mancini.

En definitiva, Basil, el ratón superdetective es una notable película de animación, injustamente olvidada tanto por el público como por el propio estudio que la creó, pero llena de buenos puntos, creatividad, personajes carismáticos y mucho encanto ochentero.

Pincelada de páginas - Yahoraquehagoconestapincelada

La verdad es que no había planificado muy bien esta sección llamada “Pincelada de páginas”. Si recordáis mi presentación de la misma hace unos dos años, o si habéis estado leyéndola desde entonces, sabréis que las entradas de este apartado estaban destinadas a dar información acerca de la novela que estaba escribiendo, la que hace un año anuncié que había terminado. No os preocupéis mucho por ella: este año he estado releyéndola, corrigiendo errores y pidiéndole opinión a varias personas que me han ayudado a verla con perspectiva, y mi próximo plan tal vez sea participar con ella en un concurso de novela juvenil, a ver si consigo que la publiquen (¡por intentar que no quede!).

Pero es cierto, en cualquier caso, lo que he dicho más arriba. No había planeado bien el rumbo que debía tomar esta sección del blog una vez terminada la novela que me ocupaba en sus inicios. Así que en este momento me enfrento a la pregunta de cómo replantear las entradas que voy a ir publicando como Pinceladas de páginas, y que serán necesariamente distintas, ya que por el momento no tengo ningún proyecto a largo plazo.

Sin embargo, me gustaría aprovechar esta entrada para hacer un poco de autocrítica. He estado leyendo (releyendo más bien, aunque a veces cuando llevas un tiempo sin leer algo casi te parece que es la primera vez que lo haces, incluso cuando tú mismo eres su autor) entradas antiguas de esta sección y me he dado cuenta de que la mayoría de estas Pinceladas de páginas, cuyo propósito inicial, como ya he dicho, era el de informar del desarrollo de la novela e ir dándola a conocer, consisten en realidad en quejas. Unas son mejores y otras peores, en algunas me lo he tomado con más humor y en otras con menos, pero el caso es que hubo algún momento en que la idea principal de estos escritos se perdió y empezó a desvariar por el laberinto de la página en blanco.

Pensándolo bien tampoco me arrepiento del todo, porque esas entradas describen una parte de mi experiencia como aprendiz de escritora que se ve más o menos reflejada en la temática de la historia. Pero creo que he desaprovechado una sección a la que tal vez podría haberle sacado más partido. Y si sigo escribiendo en ella voy a tener que replantearme su propósito y hacer algo más que lamentarme de esa supuesta sequía creativa (de la cual he hablado más extensamente en la pincelada anterior).

Veremos si consigo cambiar un poco eso. Poquito a poco.